¿Volverá a trabajar en una redacción el autor del tal repertorio de descalificaciones contra sus compañeros de la Avenida de San Luis?
Se cumple un mes desde la aparición del librito ‘El Director’ de David Jiménez (ex director de El Mundo, 2015-2016) y no ha habido demasiadas reacciones de sus ex compañeros (Periodistas de El Mundo ‘desnudan’ a David Jiménez: «Nos enviaba a cubrir los eventos que organizaba su mujer»).
Los ex directivos de medios tienen derecho a realizar sus ajustes de cuentas y aunque en general estos suelen ser contra periodistas de grupos competidores, también alguna caída contra ex compañeros a los que se quiere dejar de desleales, ingratos o traidorzuelos, ahí estan los libros-ajustes de cuentas de periodistas tan dispares como Federico Jiménez Losantos, Miguel Ángel Aguilar, José Antonio Zarzalejos o Alfredo Urdaci, todos ellos con su cuota de ‘ajuste de cuentas’ (La redacción de El Mundo no ‘olvida’ a David Jiménez: «Aquí lo primero que hizo como director fue pedirse un Touareg de 70.000 euros»).
Lo admirable de David Jiménez es que teniendo una trayectoria algo más discreta en puestos directivos que los antes citados – al menos por permanencia en el puesto de mando – tenga tanta autoestima como para reconocer que venía a la sede de El Mundo sin haber dirigido publicación alguna en su vida a regenerar y revolucionar la prensa en España, como si fuera el puro que venía a limpiar sus compañeros corrompidos. –El ‘gatillazo’ de David Jiménez en lo de Risto: amenaza con denunciar a periodistas corruptos y luego no se atreve a dar nombres–
En su texto llega a atreverse a decir que él era la excepción en un mundo donde hasta entonces sólo triunfaban los mediocres. (¿Cuánto hará que dejó de tener abuela?).–El ‘sacrificado’ David Jiménez presumió de su vida a todo lujo en Bangkok a cuenta de El Mundo en ‘Madrileños por el Mundo’–
El desprecio con el que David Jiménez habla de tantos excompañeros en la dirección de la casa no tiene muchos precedentes y menos aún que lo haga con ‘motes’. Sabido es que Ramírez y García-Abadillo al negociar su salida de Unidad Editorial incluyeron ‘pactos de no agresión’ con su antigua casa.–La redacción de El Mundo no ‘olvida’ a David Jiménez: «Aquí lo primero que hizo como director fue pedirse un Touareg de 70.000 euros»–
David Jiménez se jacta de que él no, porque quería mantener su ‘libertad de expresión’.
Si hay tanta valentía, ¿Por qué apodos? Apodos en los que, por cierto no se ha estrujado mucho las meninges. ¿»El Artista» al periodista que ocupaba el cargo de director de arte? ¿»El Poeta» a Antonio Lucas? ¿»Starky y Hutch» a Quico Alsedo y Pablo Herraiz? Como ya se ha dicho en Internet, sólo le faltó un Don Cicuta (El ‘gatillazo’ de David Jiménez en lo de Risto: amenaza con denunciar a periodistas corruptos y luego no se atreve a dar nombres).
Dice David Jiménez que su libro no es un ataque contra El Mundo. Es verdad que también dijo en TV3 que los medios nacionales no habían mostrado mucho interés en su libro después de que en Mediaset le entrevistaran cuatro días seguidos, pero por centrarse en su tuit diciendo que su libro «no es un ataque a El Mundo» (La cara oculta del ‘incorruptible’ David Jiménez: «Aceptó sin rechistar mandarnos al patíbulo con un ERE para salvar su culo»).
Cada cual tendrá su interpretación, pero poner a caldo con perfiles destructivos a todo el staff del periódico, así como muy elogioso para la cabecera no parece.
El lector que se tome la licencia de aplicar un traductor mental bien se podría encontrar con los siguientes ‘perfiles‘ descritos por David Jiménez contra sus ex coleguis:–Lucía Méndez monta en cólera contra su exdirector David Jiménez, que le manda un recado certero: «Podría leerse el libro»–
Contra Antonio Fernández-Galiano
Entendí que Antonio Fernández-Galiano nunca estaría del lado del periodismo y que era imposible hacer un periódico independiente sin perjudicar no ya los intereses de la empresa, sino los suyos propios y los de sus amigos. (…) Mientras me marchaba pensé que nunca antes volvería a conocer a alguien tan elegantemente implacable en la traición como Antonio Fernández Galiano, condicionado por el miedo a que los demás vieran como realmente era. Jamás se quitaría la máscara. No podía, porque detrás no había nadie.
Contra Pedrojota Ramírez
Pedrojota Ramírez había creado un ambiente donde todo valía en la búsqueda del scoop, se eludía cualquier debate moral sobre los métodos y existía una gran tolerancia a las trampas (…) publicar informaciones antes de que hubieran sido suficientemente contrastadas birlar las primicias de la competencia sin citarla. (…) Con el 11-M, el equilibrio entre nuestras virtudes y defectos se decantó del lado de los segundos. Quienes disintieron fueron purgados.
Contra Casimiro García-Abadillo
Siempre había sido visto como un enlace con el establishment, cuidando las relaciones y haciendo de ‘poli-bueno’ cuando al director se le iba la mano.
Contra Francisco Rosell
Todas las energías de Francisco Rosell iban destinadas a las relaciones públicas, los contactos y el cocteling, donde se movía como nadie. Formaba parte de esa generación de directores capaces de cruzar la ciudad de despacho en despacho sin pisar la calle, recogiendo favores en cada parada antes de dar sentidos discursos lamentando que los periodistas ya no trabajaban sobre el terreno. En Madrid tenía muy mala prensa. Fernández Galiano y Francisco Rosell eran profundamente conservadores y miedosos, entendían el periodismo como un intercambio de favores y veían la lealtad como una enfermedad debilitante.
Contra Joaquín Mansó
Nuestra relación había sido rocosa desde el inicio, porque pensaba que ese puesto de Jefe de Opinión le venía grande y a los pocos días le sustituí por Pedro García Cuartango. Mi decisión alejaba a Joaquín Mansó de unos despachos por los que sentía una atracción casi fetichista. Aprovechaba las ausencias de mis adjuntos para encerrarse en sus oficinas. Tras mi cese se encariñó con mi despacho. (…) Meses después recibió como premio uno de los más fulgurantes ascensos que nadie recordaba en la historia del periódico. Nunca más tendría que usurpar el despacho de nadie.
Contra Lucía Méndez
Sorprendió que, habiendo subido a lo más alto, anunció que se marchaba a trabajar al gabinete de comunicación del presidente José María Aznar. (…). Volvió al diario al poco tiempo, y lejos de perder estatura moral se autoproclamó su conciencia crítica y guardiana de sus esencias. Ejercía su influencia sin sutilezas, a gritos en mitad de la redacción. Prometió apoyarme en la renovación y me presentaba como el ‘Adolfo Suárez del periodismo’ (…) Me advirtieron que me cuidará de los pelotas, que un día se volverían contra mí» (…) Me había repetido el suficiente número de veces lo poco que deseaba un cargo como para hacerme entender que eso era precisamente lo que anhelaba. Durante una jornada electoral se fue a La Sexta antes de haber redactado su análisis sobre los resultados.
Contra David Gistau
Parte de una generación de columnistas que habían adquirido estatus de estrellas de rock, se acercó para decirme que quería unirse a mi proyecto. «¿Has visto la portada de mi periódico, el ABC? No lo aguanto más». (…) Pero el día acordado para que me enseñara su contrato me dijeron que había abandonado la tertulia (…) no dio señales de vida. Me respondió con una columna en la que criticaba con dureza una de mis portadas y despachándose a gusto contra el director en cuyos brazos se había arrojado unos días antes (…). Pensé que había utilizado el acercamiento para mejorar su contrato con ABC.
Contra Agustín Pery
Era una montaña rusa emocional. Sus deslealtades habían pasado a ser tan asiduas, y me llegaban desde tantos puntos que no tuve duda de que su intención había sido provocar el incendio que terminaría prendiendo. (…) Pery había trabajado a contrarreloj para tratar de montar una alternativa y sumar apoyos sin darse cuenta de que la mayor parte de la redacción no le habría seguido ni a una fiesta con barra libre.
Contra Salvador Sostres
Fichado por Pedrojota Ramírez dentro de su estrategia de derechizar nuestra línea editorial y tratar de quitarle lectores a ABC. (…) Sus artículos habían manchado nuestra hemeroteca como nadie en la historia del periódico.
Contra Jorge Bustos
Columnista joven y conservador que gustaba mucho a Fernández Galiano y al presidente Mariano Rajoy. No estaba destinado a darnos días de gloria. (…) Un par de años antes se encontraba en paro y pidiendo trabajos en las cercanías del Partido Popular, hasta que le dieron una oportunidad en la radio pública, a ver qué tal se portaba. Cumplió y fue recibiendo más encargos, hasta que Casimiro García-Abadillo lo trajo a El Mundo. (…). Haría carrera y llegaría a Jefe de Opinión, cayó bien en el ala conservadora de la redacción: muy de derechas, había concluido que escoger bando era la manera más rápida de prosperar sin saber lo difícil que era soltarse los grilletes una vez dejabas que te los pusieran.
Contra Urreiztieta
Villarejo había provocado un enfrentamiento entre Esteban Urreiztieta y Fernando Lázaro, que tenían como fuentes a facciones enfrentadas de la policía. Cada facción exige a uno de ellos la publicación de informaciones perjudiciales para la otra como condición para seguir filtrando informes. Es una guerra insostenible. La salida de Esteban Urreiztieta nos daba la oportunidad de romper para siempre con la que quizá había sido la fuente más importante en la historia, pero también la más tóxica.
Contra Rosalía Sánchez
Revelamos que Irina Shayk había tenido una aventura con el presidente de la FIFA. Una gran exclusiva, salvo por el detalle de que era falsa. Que la autora, Rosalía Sánchez, creyera lo que había escrito, era lo de menos: había incumplido las mínimas prácticas periodísticas de comprobación, elaborando su información con fuentes de tercera y rumores. Unas semanas después de la rectificación llegó la denuncia de un fotógrafo acusándonos de utilizar sin permiso sus fotografías para un reportaje. La denunciada era Rosalía Sánchez. Lo negó todo, pero el análisis de las imágenes que encargué demostró que las fotografías habían sido pirateadas desde su ordenador. (…) No volvería a publicar en El Mundo. «Te felicito» – dijo Lucía Méndez – «has logrado acojonar a la gente».
Contra Javier Gómez
La empresa había contratado un equipo para desarrollar la nueva revista, poniendo a Javi Gómez, uno de los Poetas Muertos que se había marchado un tiempo a la televisión y regresaba como subdirector. En San Luis le habían guardado el mote de su primera etapa – ‘Dios’ – por el concepto inmejorable que tenía de sí mismo. (…) Como responsable de Papel, dio un discurso sobre el futuro del diario que fue interpretado por los presentes como el lanzamiento de su candidatura al trono, por si el motín de Aranjuez terminaba como el de principios del siglo XIX en destronamiento y sucesión.
Contra Aurelio Fernández
La fortuna de Aurelio Fernández cambió cuando Fernández Galiano descubrió en él aptitudes que habían pasado desapercibidas para los demás. Lo convirtió en el ejecutor de los trabajos más sucios de la empresa, ya fuera comunicar despidos, reducir sueldos, intimidar a quienes salían de la línea o filtrar rumores a los confidenciales. (…) Tendría su corazón, pero mostraba la empatía de una hiena con el estómago vacío.
Contra Carlos Segovia
Nuestro corresponsal liberado en la sección de Economía, escribía todas las semanas un artículo sobre el poder del dinero. Cada poco tiempo venía a mi despacho a pedirme una promoción, justificándola en que podría ser mi enlace con el establishment y ahorrarme esa parte del trabajo que sospechaba que no me gustaba. Me dijo que tenía una información delicada (…). Una hora después de que Carlos Segovia abandonara mi despacho recibí la llamada de Fernández Galiano. «Esto no… No puede salir». Me sorprendió que estuviera al tanto de una historia que yo no le había mencionado. Supuse que Carlos Segovia se lo había adelantado y no me gustó.
Contra Iñaki Gil
La mayor pega de Iñaki Gil era que trabajar a las órdenes de Pedro J. Ramírez tanto tiempo le había contagiado su tolerancia a las trampas y su desinterés por la buena praxis periodística. Me pasaba el día detrás de él para que metiera en cintura a un par de balas perdidas que tenía en sus suplementos, que lo mismo te hacían el mejor reportaje de la prensa de fin de semana que cometían fechorías que desesperaban a nuestros abogados.
Contra Giampaolo Zambeletti
Tenía un despacho, pero nunca estaba allí. Podrían pasar meses sin que supiéramos de él. Lo que nuestro dandi italiano no se perdía era un cóctel o una celebración del periódico y, como era obsesivamente presumido, ponía gran interés en que las imágenes que publicábamos de él lo sacarán lo más parecido posible. La primera vez que vino a verme al despacho fue para mostrar su enfado porque en una foto aparecía con los ojos cerrados.
Contra Antonio Gala
Prescindí de firmas como la de Antonio Gala, uno de nuestros intocables desde hacía más de dos décadas. Su sueldo no podía justificarse con la publicación de una columna diaria con un párrafo de extensión. Hacía tiempo que sospechábamos que ya nadie la leía y la confirmación nos llegó cuando cometimos el error de publicar su mismo artículo dos días consecutivos. Llamó un único lector para quejarse: el propio Gala. «A esto le llamo yo eliminar grasa», dijo Javier Cabrerizo.
Contra Javier Cabrerizo
¿Por qué iba un directivo recién llegado como Javier Cabrerizo, sin ninguna vinculación emocional con el periódico o con su director a poner su puesto en riesgo por defender aquello en lo que creía? Su cobardía prolongó su paso por la empresa un tiempo, pero no le protegió frente a Fernández Galiano. Dos años después recibió la patada de todas formas y se marchó a llevar las finanzas de una compañía de seguridad, posiblemente sin notar la diferencia.
Contra Emilia Landaluce
Emilia Landaluce era la favorita de Fernández Galiano, una periodista que había recuperado del ABC y probablemente la única persona de la empresa que le proporcionaba cariño sincero, dijo cosas que nadie entendió y que por la forma de decirlas no pretendía que nadie entendiera. [Tras el relevo en la dirección] la aristocracia interna reforzó su poder, las servidumbres fueron premiadas – una columna para Emilia Landaluce por aquí, una subdirección para Carlos Segovia por allá, un despacho para Joaquín Mansó y Aurelio Fernández estrenó un flamante Jaguar tras cerrar su último ERE.
CONCLUSIONES
De la lectura de su libro se puede concluir que David Jiménez era la personificación del periodismo en esencia pura. Que tras años de aguantar el solito sobre sus hombros esta esencia durante sus viajes por el mundo, trató de trasladar su sapiencia a Madrid, pero se lo impidieron unas cúpulas, tanto de la empresa editora como de la redacción de El Mundo, que venían a ser Mordor, el reino de la oscuridad. Llenas de ambiciosos orcos conspiradores que no dejaron a nuestro héroe trabajar en paz y se lo cepillaron mientras intentaba salvar al mundo.
¿Qué se peleó con todo el mundo? No tiene nada que ver con el hecho de que aceptara el puesto de director sin haber trabajado formando equipos en su vida, ni dirigiendo una sección, ni nada, con 20 años de lobo solitario, no, es culpa de lo muy ambiciosos y conspiradores que eran todos los demás. Y si el periódico caída en ventas era culpa de que todos en aquella empresa menos él estaban vendidos al Ibex y al PP.
Eso sí, es un tanto contradictorio que si tan probado tenía nuestro héroe – documentalmente, dice en el libro – que su jefe era tan censor, que le iba a dejar en evidencia en un juicio por vulnerar la cláusula de conciencia, optara luego por retirar la demanda a cambio de otros cuantos eurillos. ¿No hubiera sido más idealista lograr una condena laboral contra los orcos de Mordor?
Y, finalmente, también resulta contradictorio que un tío tan majo, tan puro y tan estupendo haya publicado una obra descalificando a todos sus ex compañeros con tanta facilidad para sacarse otros tantos eurillos. Seguro lo habrá hecho únicamente pensando en la regeneración, pues nuestro héroe deja claro que a él el beneficio económico nunca le moverá
LA FARSA DE RISTO
La lectura completa también evidencia una vez más la farsa de Risto, que no tuvo problemas en airear en su programa de Mediaset las referencias del librito a figuras de Atresmedia como Susanna Griso.
El propio Mejide dijo en antena que no lo hacía para favorecer a Mediaset sino porque se limitaba a leer «lo que ponía» en el libro. Pues bien, los que lean el librito verán que David Jiménez también pone en ese libro a caldo a Mediaset y a su jerifalte Paolo Vasile, asegurando que da instrucciones para que en los informativos de Telecinco no aparezcan noticias positivas de empresas que no le paguen previamente a través de la publicidad.
Risto que en su programa de Mediaset se mostraba leyendo el librito en su programa, naturalmente, no aludió a esa parte en ningún momento, aunque por narices tuvo que conocerla si leyó el libro, así que optó por ocultarla deliberadamente (es decir Risto «silenció» la parte del texto que aireaba que podía incomodar a los jefes de los que depende su sueldo, sus intereses económicos. Justo lo que denunciaba).
Tampoco mencionó esa parte del libro David Jiménez cuando estuvo en el plató de Mediaset para publicitar su libro. Que una cosa es ser puros e independientes, y otra ser imbéciles. ¿No dicen que «Todo es Mentira»? Bien que lo saben ellos.