Miguel Iceta es el personaje indiscutible de este 9 de mayo de 2019 en las tribunas de opinión de la prensa de papel. Pedro Sánchez pretende colocarle a toda costa en la presidencia del Senado y las reacciones no se han hecho esperar, sobre todo porque al líder de los socialistas catalanes le persigue una hemeroteca bastante ‘enriquecida’ de guiños al separatismo –El 155 queda en manos… de Miquel Iceta, nuevo presidente del Senado-.
Bieito Rubido, en su astrolabio del ABC, cree que la designación de Iceta como senador simplemente es un guiño a los separatistas y una garantía de que no se volverá a aplicar el artículo 155 de la Constitución –Rufián deja con el culo al aire a Iceta revelando lo que dice de los presos-:
Que un político catalán presida el Senado de la nación española siempre es una buena noticia. Ya tengo mis dudas que sea bueno que ese político sea Miquel Iceta, si tenemos en cuenta su escaso entusiasmo con la idea de España y sus antecedentes sobre el problema catalán, sin duda el más grave que padecemos. Me da la impresión, a tenor de este movimiento, que Sánchez está haciendo un dibujo orientado exclusivamente a permanecer en La Moncloa los próximos cuatro años con el apoyo de la extrema izquierda y de los independentistas. Todo lo demás es pura impostura. El socialista catalán, que no se ha presentado en las listas del Senado, llega con una sola encomienda: garantizar que durante esta legislatura no se aplicará el 155.
Álvaro Martínez no tiene duda alguna de que Iceta es bueno para los golpistas y quienes pretenden romper España –Iceta le hunde la teatralidad españolista a Sánchez con un indisimulado guiño a los golpistas encarcelados-:
Desde que estalló el ‘procés’ Iceta ha ido a más en la monserga zapaterista de la España plurinacional, la nación de naciones, el Estado Federal o cualquier otro neologismo alumbrado desde la progresía. De un tiempo a esta parte se dedica además a blanquear al separatismo y a medio-homologar buena parte de sus reivindicaciones. Político de gran imaginación, ha elegido, una muy original manera de terminar con el problema independentista consistente en que el independentismo se salga con la suya de aquí a diez años a través de un referéndum. No le importa demasiado que la ley no permita semejante consulta, ese contradiós que se resume en que una minoría de españoles (7,6 de 47 millones) decida sobre lo que es de todos. Pequeños detalles, zarandajas… Naturalmente, también es partidario Iceta de indultar a los golpistas del 1-O si estos son finalmente condenados por el Tribunal Supremo. Pero a la carrera y a no mucho tardar: según reciben la pena, que les llegue la gracia. En resumidas cuentas, su solución es una especie de rendición en diferido.
Luis Ventoso habla de un ‘icetazo’ en toda regla de Sánchez –Federico J. Losantos: «Iceta y Sánchez piden 10 años para desespañolizar España»-:
El icetazo no sería noticia alentadora para España, pues supondría situar a un nacionalista en la presidencia del Senado (cámara de donde emana el 155). Cierto que Iceta no es independentista. Pero su corazón está donde está: en primar a Cataluña con más autogobierno, aun a costa de aflojar la unidad de España. Iceta demanda un trato fiscal ventajoso y a la carta para Cataluña, lo cual castigará a otras regiones. Cuando comenzó a sopesarse el 155, casi gimoteaba para que no se aplicase. Criticó en un artículo en el NY Times «la desproporcionada actuación» de la Policía española. Ha abogado por el indulto de los organizadores del golpe truncado de 2017. Se le ha calentado la boca y ha confesado en una entrevista en la prensa separatista vasca (Berria) que llegado el momento desearía un referéndum de independencia. Comienza Sánchez 2.
El editorial de La Razón no duda de que Miguel Iceta utilizará el Senado para propiciar nuevos acercamientos con los separatistas –Miquel Iceta, el político gay sin pelos en la lengua-:
El PSOE tiene la mayoría absoluta en el Senado y, por lo tanto, le corresponde la presidencia. Otra cosa es que Pedro Sánchez se haya permitido anunciar el nombramiento de quien presidirá la cuarta institución del Estado sin ni siquiera haberse constituido las Cortes, que será el próximo día 21. El interesado, Miquel Iceta, secretario general de los socialistas catalanes, también lo ha dado ya por oficial y así lo comunicó ayer a la Comisión Ejecutiva del PSC. De nuevo se ciñe todo a la manera de hacer de Sánchez, saltándose las normas institucionales elementales, de la misma manera que se atribuyó la figura de presidenciable antes de recibir el encargo del Rey. El de Iceta se trata de un nombramiento con más peso político que meramente institucional y, más allá de todos los guiños que se quieran hacer a una normalización de las relaciones con Cataluña, su papel va a superar el marco propio del Senado. Esperemos que como interlocutor preferente con los independentistas en la estrategia de apaciguamiento de Sánchez -ideó el acercamiento de Sánchez a Torra y creó la figura del ‘relator’- no sobrepase las funciones de una institución tan importante como el Senado. Después de todo, tal y como se nombre el Gobierno, se retomará las negociaciones con los independentistas.
Cristina López Schlichtung tiene claro cuáles son las intenciones reales de Iceta y del propio Sánchez –¡Se volvió loco! Iceta debería cambiar de proveedor de cruasanes-:
El nombramiento de Iceta para la presidencia del Senado es una declaración de intenciones. El socialista catalán quiere cambios en el Estatuto y una progresiva evolución hacia el federalismo. Como es práctico, no pierde el tiempo con referendos que requerirían modificaciones constitucionales complejas y prefiere avanzar por la vía práctica. Lo de la consulta lo deja para dentro de diez o quince años, como dijo, cuando el 65 por 100 de la gente esté de acuerdo. En cambio, propiciará el indulto de los golpistas del ‘procés’ y los acuerdos con la Esquerra Republicana de Cataluña. Se ha señalado que, con Iceta al frente, el Senado impedirá cualquier 155. Pero hay mucho más, la Cámara será la garantía de aprobación de cualquier proyecto de ley pergeñado entre Podemos, el PSOE y los nacionalistas en el Congreso, sin necesidad de pactos de legislatura.
El Mundo afirma tajantemente que las intenciones de Iceta de compadrear con los golpistas son más que evidentes –Manuel del Rosal: «Los besos de Iceta y Collboni en el autobús del amor»-:
La elección de Miquel Iceta como presidente del Senado constituye toda una declaración de intenciones de Sánchez. No se trata solo de agradecer su apoyo en la lucha orgánica contra Susana Díaz sino sobre todo de dar un portazo a la posibilidad de aplicar el 155 en Cataluña, atribución que compete a un Senado donde el PSOE tiene mayoría absoluta. Con Iceta al frente los separatistas no deben temer un gran celo constitucional, lo que puede incentivar su vuelta a las andadas. Iceta es un convencido de la plurinacionalidad que Sánchez aparcó en campaña y ahora rescata con el nombramiento del líder del PSC, el primero en sugerir la conveniencia de indultar a los golpistas y la necesidad de un referéndum de autodeterminación si una mayoría suficiente de catalanes lo pide.
Javier Redondo destaca el carácter funambulista de Iceta, capaz de hacer guiños a unos y a otros sin cortarse un pelo –Wyoming sigue los pasos del ‘reverendo Iceta’-:
Iceta es el hombre corcho: flota en el desierto, supera adversidades, disimula entre banderas, señala sin mirar y se amarra al significante del diálogo, eufemismo de la negociación, que a su vez lo es de la cesión. Iceta superó quieto la travesía yerma del ‘momento constitucionalista’, en octubre de 2017, cuando las enseñas catalanas, españolas y europeas afloraron en Barcelona contra el exilio interior, el golpe separatista y el supremacismo. Evitó una manifestación y posó desenfadado en otra igual. Recuerda la canción: cuando crees que lo ves cruza la pared, hace chás y aparece al lado de donde debe en cada momento. Si bien, nunca renuncia a sí mismo y se desplaza siempre sin moverse de su sitio: jamás pierde de vista el derecho a decidir.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72