La Comisión Europea, que nadie ha elegido, debe enmendar la plana al Parlamento electo de Hungría
No es que la prensa, de un signo u otro, tenga responsabilidad alguna ni en la temprana –en relación con los delitos– excarcelación de Troitiño ni en la nueva orden de detención ni en la posterior fuga del etarra, pero hoy es el día inevitable del “te lo dije” por parte de ‘los nuestros’ y de hacer encaje de bolillos con las palabras de los otros. ‘Público’, de cuya profunda comprensión con el fenómeno ‘abertzale’ ya hemos dado abundante cuenta en esta sección, titula lacónico en primera (bajo el preceptivo “El Madrid recupera el trono”, un titular que desdice del ferviente republicanismo de esta cabecera): “Troitiño se fuga”.
Y dentro:
“Troitiño aprovecha el error judicial para huir sin dejar rastro”.
Ekáizer vuelve en su análisis al complicado minué que se trae ‘Público’ con la Justicia, ahora sí, ahora no, y ve en el ojo del PP la paja que en su periódico es una enorme viga.
“El ‘caso Troitiño’ muestra cómo el PP politiza al extremo los problemas judiciales’. Qué momento para callarse. Comentar delitos y causas que tienen una enorme influencia política es ‘politizar’ la Justicia.
Lo que hacen ellos con Gürtel, que acabará siendo sección fija, no. Con Sortu, con su ídolo Baltasar Garzón, con la decisión de prohibir la procesión blasfema y cosas así, los jueces es que no dan una, y ‘Público’ no se corta en revestirse la toga para juzgarlos.
Pero ay de quien ponga un pero a una sentencia antipepera (o anticatólica), y habrá que oírles gritar sobre el escrupuloso respeto que merece el tercer poder. Juez blanco, juez negro, lo importante es que cace peperos.
Pero estábamos con Troitiño y con el placer de ver a ‘Público’ poniéndose la venda antes de la herida.
“Troitiño como ariete político”, de Marco Schwartz, abre ‘Opinión’. Consigue ser, al tiempo, breve y farragoso, todo un logro, pero lo que importa está en la penúltima frase:
“Si la Audiencia decide prolongar su condena, que lo haga, pero con fundamento jurídico y no para aplacar el ‘clamor popular’ del PP”.
Yo creo que ya vale. Si ‘Público’ cree que la Justicia española está en manos del PP, que lo diga. Y, de paso, que explique cómo sucede semejante milagro, cuando el poder está en manos de los socialistas y en los órganos de control de la judicatura son mayoría. Ya les vale.
¡Está… VIVO!
Pero hoy el trasgo está de enhorabuena: hay vida en ‘El País’! Al menos, ese hálito, esa nota alta necesaria para ingresar en la honorable lista de medios que merecen la atención del Trasgo. No podía ser de otro modo.
Las municipales están ahí al lado y las primarias del PSOE obligan a subrayar su izquierdismo a un medio que ya ha elegido candidato, Rubalcaba, frente a los ‘chaconistas’ de ‘Público’. Con el poder, ni media broma.
Y luego, claro, está la Semana Santa, que saca siempre al comecuras que todo rojillo lleva dentro en este país. Este regreso del hijo pródigo al redil de la izquierda cañera se hace expreso en sus páginas de ‘Opinión’, donde brilla un “España ha dejado de ser católica” de Hilari Raguer, que suena a grito de guerra y, sobre todo, un editorial titulado “Hungría antediluviana”.
Es un editorial porcino a ojos del Trasgo, en el sentido de que todo es aprovechable. Ya se sabe que a la izquierda le pasa con las urnas lo que con las togas, que son lo más de lo más cuando les dan la razón, y algo turbio y sospechoso cuando se la niegan.
Ya recuerdan la perra que han cogido con la segunda fuerza electoral en Finlandia, calificada unánimemente de “ultraderecha” (incluyendo, desconcertantemente, a los medios de derechas en esta denominación).
Precisamente ‘El País’ incluía ayer una interesante entrevista con el líder “ultraderechista y xenófobo” finés, Timo Soini, que sólo hay que mirarle de soslayo para concluir que, como líder carismático, no va a comerse una rosca.
El caso es que, por más que releo las palabras de Soini, no encuentro ni un lejano aroma derechista, no digamos ‘ultra’.
Ni xenófobo:
“Queremos que vengan a trabajar extranjeros”.
La única explicación es que la izquierda, con su irreductible aversión a la democracia, se ha alineado como un solo hombre al impopular y escasamente representativo funcionariado de Bruselas y en contra de la independencia de los Estados, donde el vulgo elige a los que mandan.
Fuera de Bruselas no hay salvación, y todo grupo que les ponga mala cara a los eurócratas se convierte, por definición, en extremista. Y todo el mundo sabe que sólo hay extremismo por la derecha.
Delenda est Pannonia
Pero si lo de Finlandia les indigna, lo de Hungría les pone en un tris de rasgarse sus camisas de Armani. Hungría ‘se ha dado’ –en esa cursilísima frase que les arrebata cuando hablan de la nuestra– una constitución que no es para nada de su gusto, que habla de Dios, de la cristiandad y de la familia, que es a oídos de la progresía como enseñarle ajos a un vampiro.
España ha dejado de ser católica, y Hungría debería. Ser católico es de antes de Cristo; de antes del Diluvio, en la autorizada opinión de ‘El País’.
Repite varias veces en el texto que la Constitución húngara es “antidemocrática”, y añade: “Hungría ha emprendido […] una carrera sobre la que la UE debería tener algo que decir”. Recapitulemos: el Parlamento electo de un país se da una constitución, algo que se califica de “antidemocrático”, por lo que se pide la intervención de unos funcionarios de Bruselas que ningún pueblo ha elegido y, mucho menos, el pueblo húngaro, y esa iniciativa se consideraría democrática.
¿Puede alguien explicarme qué significa “democracia”, que estoy hecho un lío y el diccionario no hace más que confundirme?
Curiosa democracia
Para concluir, la democracia no es un proceso, sino un resultado; una pregunta que sólo vale cuando se le da la respuesta correcta y que, para eso, podríamos ahorrarnos plantearla.
Lo democrático, parece, es organizar una procesión blasfema exclusivamente montada para ¿cómo decía Leguina sobre el anuncio de Zapatero?
Pues eso. Porque España habrá dejado de ser católica, pero no creo que se haya vuelto de repente idiota.