"Este columnista suplantó, telefónicamente, al entonces príncipe Juan Carlos para intentar conocer la fecha de la llegada de Fabiola a Madrid."
Jaime Peñafiel no está de acuerdo en que se criminalice a los autores de la broma a Jacinta Saldaña, la enfermera del hospital en que estaba ingresada Kate Middleton y que acabó suicidándose al no aguantar la presión mediática. El periodista exculpa en su columna titulada ‘Reales bromas telefónicas’ de ‘Crónica’ -el suplemento dominical de ‘El Mundo’- de todo pecado a la radio australiana ya que como recuerda, en otras bromas realizadas en su día a Hugo Chávez, Evo Morales o al rey don Juan Carlos:
ninguno de los funcionarios que picaron como intermediarios para poner en contacto a éstos mandatarios sufrieron depresión, ni se tomaron medidas contra ellos, ni se suicidaron.
El tertuliano de ‘Sálvame’ llama la atención sobre las diferencias del caso de Saldaña con el caso de la hermana de la princesa Letizia, Erika Ortiz en su día:
A diferencia del Reino Unido, aquí, en el reino de España, nadie culpó a la prensa de tal suicidio. Salvo la republicana y polémica tertuliana Pilar Rahola, quién arremetió contra este columnista, injustamente, por «justificar» tan desgraciada muerte.
Peñafiel añade que él mismo fue autor de una broma al conde de Mayalde, en la que se hizo pasar por el rey don Juan Carlos:
Peor fue lo sucedido a este columnista cuando suplantó, telefónicamente, al entonces príncipe Juan Carlos para intentar conocer la fecha de la llegada de Fabiola a Madrid, tras anunciar por sorpresa su compromiso oficial con el rey Balduino, en Bruselas. Mi interlocutor no fue otro que el conde de Mayalde, entonces alcalde de la capital española. Durante unos minutos me estuvo informando hasta que, súbitamente, interrumpió el diálogo: «Pero, ¿usted quien es?». No supe mentir. La reacción de Mayalde, terrible. No olvidemos que fue director general de seguridad en la época más dura del franquismo y una de las tres personas que torturaron a Miguel de Molina por maricón. Tuve que presentarme en su despacho y pedirle perdón.