El tratamiento de la muerte ha respondido en manos de los políticos a fines utilitarios
Mientras las autoridades madrileños están financiando y apoyando los esfuerzos de un equipo forense que trata de localizar los restos de Miguel de Cervantes en la iglesia de Las Trinitarias, en pleno centro de la capital de España, en ‘Rojo y Negro’ de Radio 4G se ha querido analizar esta cuestión con Pedro García Martín, Catedrático de Historia Moderna en la Universidad Autónoma de Madrid, experto en el Siglo de Oro español. El 27 de junio de 2014 se le ha preguntado sobre las posibilidades reales de localizar los huesos del autor de ‘El Quijote’ y sobre el trato dado en España a los grandes escritores tras su muerte.
Luis Balcarce: ¿Por qué hay esta tradición de no preservar los restos de nuestras personas ilustres?
Pedro García Martín: La conservación del patrimonio, el respeto por el pasado, va vinculado al nivel cultural de cada país. Y también a la disponibilidad económica. En ese sentido España ha ido un poco a la saga de sus vecinas europeas.
Quería apuntar por qué prolifera la presencia de mausoleos de escritores del S. XIX en los cementerios. Es porque a partir de las revoluciones liberal-burguesas se empieza a ensalzar a los prohombres de la patria. Esos prohombres pueden ser militares, los que protagonizaron las asonadas, y es muy socorrido en los regímenes demo-liberales rebautizar las calles de las ciudades, colocar una estatuaria para convertirlas en ciudades parlantes del nuevo régimen demo-liberal. Y es así como surgen las estatuas, los monumentos dedicados a Cervantes o a Lope a lo largo del siglo XIX, que en nuestro caso culminan en la Generación del 98 y la celebración del tercer centenario de Cervantes.
Luis Balcarce: ¿Hay alguna posibilidad real de que finalmente demos con los cuerpos de los mayores escritores de la historia de la literatura española?
Pedro García Martín: Pienso que no, que este proyecto de encontrar los restos de Cervantes es baladí. Hace unos años le hice una entrevista a la superiora de las trinitarias, Sor Amada de Jesús, y esta mujer me comentó que el cementerio había sido removido varias veces.
Partimos del hecho que Cervantes muere pobre de solemnidad, que es enterrado a cargo de la Cofradía de la Venerable Orden de Francisco III en un entierro para pobres. Por lo tanto, lo más probable es que descansase en un osario común. Pero es que además ese osario daba a lo que actualmente es la Calle Huertas. Eso se removió en el Siglo XIX, los restos se centralizaron en un osario más pequeñito; y ahí es donde empieza a perderse el rastro.
En la actualidad el equipo forense está buscando en los rompimientos de sepulturas que están en el interior del temo. Pero es que esos rompimientos de sepulturas sólo se los podían pagar gentes pudientes, como aquellos que habían fundado capitanías, para que les dijesen misas por su alma y para poder ser enterrados en el enlosado de un templo, que eso siempre ha sido un privilegio. Por lo tanto, creo que no van a encontrar esos restos.
Ha salido también el tema de Ramales y Velázquez. Va a suceder lo mismo. En el caso de Velázquez fue la Comunidad de Madrid, siendo consejero Gustavo Villapalos, quien estuvo excavando continuamente hasta que lo dejaron por imposible; porque al igual que Cervantes y todos los ingenios del Siglo de Oro, se han mezclado con otros restos. No conocemos descendientes directos para poder hacer comparativas de ADN. Y hay casos realmente peripatéticos como el de Quevedo; en el año 2007 un equipo de la Escuela de Medicina Legal de Madrid fue a Villanueva de los Infantes, lo intentó localizar entre 200 esqueletos y dijo hallar un fémur de un hombre cojo, que era lo más parecido a Quevedo.
Alejandra Alloza: Al no poder hacer una prueba de ADN, nada contrastado, desde el punto de vista de la historia, ¿con qué elemento tendríamos que encontrarnos para poder decir que unos restos corresponden a una determinada personalidad? ¿Qué podría haber sobrevivido para que de verdad sirviera de identificación?
Pedro García Martín: Desde luego el ADN parece la prueba más concluyente, pero dado que parece imposible porque no conocemos descendientes directos de estos personajes, se intentó también hace poco con Colón…
Luis Balcarce: Se está intentado también en Italia con un papa…
Pedro García Martín: Sí, los resultados son muy dudosos.
Alejandra Alloza: ¿Entonces, queé elementos? Porque estas leyendas que corren sobre si en realidad sí se encontró a Velázquez pero que hubo una serie de intereses, hablaban de un uniforme determinado y de que hubo una serie de condecoraciones.
Pedro García Martín: Iba por ese camino. A veces tenemos testimonios de como fueron enterrados. Sabemos perfectamente cuál fue el cortejo de Cervantes y el de Lope, cómo iban vestidos, etcétera. Pero es que en el caso de Quevedo la tumba fue saqueada a los pocos meses, porque fue enterrado con una espuela de oro. No sólo hubo saqueadores en la época de las pirámides, aquí también hubo continuamente saqueadores de tumbas, entonces perdimos las pistas que nos pudieran dar la clave.
En el caso de Lope fue una lástima. Fallece en loor de multitud, era el escritor más famoso de la época. Se celebran unos funerales que son el paradigma de la época barroca, duraron siete días. El cortejo fúnebre fue desde su casa, que estaba en lo que eran entonces la Calle Francos, dobló por las Trinitarias, porque ahí tenía una hija, Sor Marcela, que ahí le rezó un responso, y fue hasta la Iglesia de San Sebastián, que es la de los cómicos. Le sacaron una mascarilla, al modo de Dante, de los grandes escritores, y el Duque de Sessa, su protector, dijo que él pagaba los funerales. Pasó el tiempo, no pagó y el párroco metió los restos en un osario común. Perdimos todas las pistas.
Para colmo de males, durante la Guerra Civil, durante los bombardeos del ejército nacional en Madrid cayó una bomba justo en la techumbre de San Sebastián y en el osario común, y lo hizo trizas.
Juan Laborda: Además de Catedrático de Historia Moderna en la Universidad Autónoma eres escritor. Una de tus obras, ‘La virgen de Lope de Vega’, sobre las peripecias de su vida arranca con una especie de flashback con los fastos de su muerte y cómo pasan las glorias en este mundo. Murió en un momento de apogeo y ahora sus restos seguramente estén en un osario ilocalizable. Esto es una paradoja.
Pedro García Martín: Y más paradoja aún porque en los bombardeos de la guerra civil aparte de caer una bomba en la iglesia de San Sebastián, justo encima del Osario, cayó otra en la escalinata de la Biblioteca Nacional y descabezó la estatuaria de Lope. No le dejaron descansar en paz.
Alejandra Alloza: Por seguir con otros ilustres, ¿qué datos tenemos de Calderón?
Pedro García Martín: Es muy posterior al resto, vivió a finales del Siglo XVII. Vivió de forma mucho más acomodada. Aunque tuvo una juventud pendenciera de letras y espadas, se acomodó ya en la Corte. El tenía casa en la Calle Mayor, todavía hoy podemos ver la placa, justo enfrente del Mercado de San Miguel. Fellece allí, y en el Siglo de Oro se enterraba a cada uno en su parroquia, por lo que le entierran en una iglesia cercana que ya no existe que es la de San Salvador. Tenemos imágenes de esta iglesia, dibujos porque desapareció en el siglo XIX. Debía tener un campanario altísimo, estaba enfrente del Ayuntamiento de la Villa, hasta que lo cambió Gallardón, y el escritor Lope de Guevara sitúa una escena de su obra ‘El diablo cojuelo’ justo en el campanario de esta iglesia, según la cual se debía divisar todo Madrid.
En el siglo XIX, época de expansión urbanística, la iglesia se va arruinando y finalmente se desmocha y se reconvierte. Entonces trasladan los restos que todavía eran localizables a San Nicolás y ahí empieza todo un itinerario. De San Nicolás le trasladan por la misma razón a la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores en San Bernardo. Estalla la Guerra Civil y esta iglesia es objeto de quema, también el mausoleo donde estaban los restos. En la postguerra surge un debate. Uno de los miembros de la congregación que rige la iglesia empieza a argumentar que los restos no estuvieron nunca en el mausoleo, sino que él los tenía depositados en una cajita. Propone que no se venere tanto el mausoleo como la cajita. Pero nadie ha podido demostrar que ni los huesos de esa caja sean los de Calderón ni lo contrario.
Alejandra Alloza: ¿No existía en siglos pasados un protocolo recto sobre lo que había que hacer con unos restos humanos? ¿Se ha ido improvisando?
Juan Laborda: Además existe una cuestión sobre lo que dice Pedro. Como parece que los restos de Calderón no estaban en el mausoleo sino en una caja, se ha dicho incluso que los restos de Calderón podía estar en otro nicho de la iglesia o detrás de una de las paredes. O en una casa privada, vete tú a saber.
Luis Balcarce: Estaba pensando que nos hemos perdido una gran oportunidad, porque los restos de estos escritores hubieran sido un filón desde un punto de vista turístico. En Inglaterra hay auténticas peregrinaciones para ver las tumbas de algunos autores, como también pasa en Montmartre en París. Decías que ese trato a los restos tenía que ver con el nivel económico y cultural de cada país en un determinado momento; entonces, ¿también se le ha dado ese maltrato a sus escritores en otros países?
Pedro García Martín: El trato ha sido diferente. Por ejemplo, en el caso de Francia los restos son venerados, son objeto de culto, de fetichismo. Estoy pensando en el Cementerio del Père-Lachaise, donde están las tumbas de Proust, Oscar Wilde y Julio Cortázar. Nunca les faltan ni flores ni grafitis. O en Inglaterra se visita el Jardín de Sussex, donde fueron esparcidas las cenizas de Virginia Woolf. En Ginebra se visita la tumba de Borges y en Praga la de Kafka.
En España los hemos ido escondiendo en el patio trasero. Estoy pensando en un entierro tan triste como el de Pío Baroja en el Cementerio Civil o el de Antonio Machado en el exilio, sin que haya habido mucha voluntad en repatriar los restos. Tengo la sensación de que en España lo que más se ha venerado son los panteones reales, también por el propio régimen. Es lógico que en el centro de París haya un Panteón de los Hombres Ilustres, que son laicos, mientras que aquí, donde siempre ha prevalecido la monarquía, los monumentos funerarios más lujosos y mejor conservados son los reales. Hace poco una amiga me hacía pensar que tenemos más panteones reales medievales que modernos. Estoy pensando en San Isidoro de León, en Oña, en San Juan de la Peña. En los modernos el paradigma es el pudridero de El Escorial.
Juan Laborda: Tengo la sensación de que todos estos autores cuyos restos hemos perdido pertenecen al Antiguo Régimen, son del siglo XVII, y que puede tener que ver que no existiera conciencia nacional, que es más del siglo XIX.
Pedro García Martín: No sólo va unido al nacionalismo, sino también a la disponibilidad económica de cada época. He puesto el ejemplo de Lope. Nada más ser enterrado la tumba se convirtió en un lugar de peregrinación, pero en el momento en el que no se satisficieron los gastos del funeral los párrocos se olvidaron de Lope y le convocaron en un nicho anónimo. La muerte es clasista, desde los orígenes. Comparemos las pirámides con una fosa común. Las tumbas son más o menos lujosas según el estatus social. Además, el tratamiento de la muerte ha respondido en manos de los políticos a fines utilitarios. No lo digo en tono negativo, y cuando hablo de los políticos me refiero muchas veces no a los estatales sino a los municipales. Al principio los cementerios estaban alrededor de las iglesias o había osario dentro de los monasterios. Luego, por razones de sanidad, poco a poco se van alejando de la ciudad, se sitúan en las afueras de los pueblos y las ciudades. También por razones económicas. Es decir, ¿hasta qué punto la gente prefiere hoy la incineración a la inhumación? ¿No será por el precio del suelo más que por una moda, porque sea más ecológico?
Juan Laborda: También es cierto que, a falta de lugares de peregrinación en las tumbas, en las conmemoraciones que hemos vivido los políticos muchas veces optan por los recorridos históricos y literarios. Esto en Madrid está muy de moda, toda esta potenciación del Madrid de los Austrias o el de los Borbones, o también en Castilla-La Mancha con las rutas de los molinos, Cervantes y demás. Ya que no tenemos el lugar, recuperemos los temas.
Pedro García Martín: Esto es una forma de explotación turística clarísima. Basta con que una novela tenga un cierto éxito para que enseguida se cree la ruta. La serie ‘Isabel’, que está teniendo bastante éxito, ha creado toda una ruta turística por Castilla, que era bastante desconocida hasta ahora. Le gente comienza a visitar Medina, Olmedo, Madrigal de las Altas Torres, lugares a los que antes era impensable que fueran. Y todo al hilo de la serie. La novela de Delibes, ‘El hereje’, propició también una ruta literaria, y así sucesivamente.
En el caso de ‘las letras’ de Madrid es toda una creación. Primero de los románticos, que empezaron a ensalzar cómo en una parte de Madrid se reunieron los ingenios del Siglo de Oro. Y no, los ingenios del Siglo de Oro estaban muertos de hambre y en esa parte de Madrid los alquileres eran más bajos. Por eso se llaman Las Huertas; por eso se llamaban Los cantarranas, porque estaban los desagües y en los desagües cantaban las ranas. Es decir, la razón de que se trasladaran allí los escritores, la mayoría sin éxito y otros sí exitosos, Lope es el único que ganó dinero, fue una razón económica. Y también, cuando se crean estas rutas se mitifican las vivencias en el barrio: ‘Lope y Cervantes se llevaban a muerte’. Hombre, Lope y Cervante iban todos los días a comprar el pan o se reunían en la taberna, en los mentideros.
Alejandra Alloza: Hemos sido siempre un país de cotillas.
Pedro García Martín: Había tres grandes mentideros en Madrid y uno estaba ubicado cerca de la Calle Huertas, en la Calle del León, era el Mentidero de los Cómicos. Pero cuidado con estos mentiremos, porque eran las bolsas de trabajo. En concreto, a este iban los actores en paro y los autores que no habían conseguido estrenar una obra, para ver si conseguían el empresario adecuado, a ver si conseguían trabajo. No eran simple cotilleo.