La línea editorial del grupo está claramente escorada a la izquierda, por mucho que se vistan de independencia y objetividad
Todo medio de comunicación tiene una línea editorial. Todo. Cuando se elige qué noticias dar, cómo narrarlas y con qué analistas acompañarlas se están tomando decisiones que pretenden influir en el receptor de la información.
La mejor forma de evitar las manipulaciones es advertir claramente de cuáles son los presupuestos ideológicos del medio: la verdadera manipulación sólo se consigue creando la ilusión de la objetividad y de la independencia, esto es, engañando a la ciudadanía para que piense que la sesgada información que recibe es la única e indisputable verdad.
Los medios de comunicación públicos han contribuido enormemente a generar esta ilusión.
Dado que, en apariencia, sus propietarios son todos los ciudadanos y dado que los periodistas son conscientes de que deben situarse por encima de las mundanas refriegas políticas, tendemos a pensar que son las plataformas más objetivas posibles.
La realidad, sin embargo, es muy otra. Para empezar, los verdaderos dueños de los medios de comunicación estatales no son los ciudadanos, sino los políticos al mando.
Sólo la mayor de las ingenuidades puede caracterizar a nuestros gobernantes como seres angelicales que pretenden alcanzar una vaporosa idea de bien común y no la muy concreta idea de su bien particular.
Es verdad, sin embargo, que, en ocasiones, a los políticos se les va demasiado la mano y, para calmar la indignación ciudadana, establecen ciertas «garantías» que permitan a los periodistas de los medios públicos desarrollar su labor sin interferencias.
Pero tampoco habría que confundir la ausencia de intervenciones políticas con que el medio se vuelva objetivo.
Los periodistas responsables también tienen su ideología y eso impregna todas sus actuaciones.
El reciente rifirrafe en el Consejo de RTVE debe entenderse en este contexto. Los consejeros de la Corporación, capitaneados por el socialista Miguel Ángel Sacaluga, pretendían recuperar un mayor control sobre la elaboración de los informativos y los periodistas se han rebelado denunciando el intento de censura previa.
No dudamos de que los políticos, especialmente los de un PSOE que de nuevo ha conseguido endilgar las responsabilidades al PP, pretendieran incrementar su control sobre RTVE: al cabo, les va en su naturaleza.
Pero parece un tanto exagerado defender sin cuartel a un grupo de periodistas que ha convertido la Corporación en su particular cooperativa a cargo del contribuyente.
No olvidemos que los responsables de sus informativos, con Fran Llorente a la cabeza, no son ni mucho menos neutrales: su ideología es claramente favorable al socialismo.
Un sesgo que trasciende a siglas políticas concretas: no se trata de que en RTVE nunca se oyen voces críticas con el PSOE o favorables al PP -si bien preponderan claramente las primeras sobre las segundas- sino de que la línea editorial del grupo está claramente escorada a la izquierda, por mucho que se vistan de independencia y objetividad.
Clama al cielo, por ejemplo, que un diario como La Gaceta -que al igual que ‘El Gato’ de Intereconomía TV tiene un importante hueco en la audiencia y responde a la forma de pensar de millones de españoles- esté vetada en sus resúmenes de prensa: son estos gestos los que mejor demuestran que RTVE ha sido secuestrado por un equipo de periodistas con una ideología muy marcada.
La solución, claro, no pasa ni por que PP y PSOE controlen RTVE ni por que esta se encuentre al servicio de sus politizados periodistas.
La verdadera solución pasa por privatizar de una vez RTVE para que desaparezca el mito de su objetividad, para que sus periodistas no disfruten de una plataforma privilegiada a cargo del contribuyente, para que los políticos dejen de meter las narices y, también, para clausurar ese deficitario agujero negro en el que se ha convertido la Corporación.