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‘Gran Hotel’ ofreció lo que prometía: Mucho lujo, mucha imagen bonita, carísima puesta en escena, grandes nombres de la interpretación y un argumento sencillo pero sobradamente conocido. ¿Hay que aplaudirla? Sí, por supuesto, pero aún hay que verla crecer. De momento, lo peor es, sin duda, Amaia Salamanca.
Criticar a Antena3 de oportunista por intentar seguir la estela del éxito que le regaló ‘Downton Abbey’ sería como quejarse de que la lluvia moja. Obviamente ‘Gran Hotel’ está concebida desde el eco de la gran producción británica. La hazaña podía haber sido ridícula pero la productora Bambú ha hecho bien los deberes y ha sabido crear un producto universal (esto no es del todo bueno), muy sencillo de ver y ajustado a gustos nacionales.
La serie bebe de las novelas de Agatha Christie y de Jenry James, pasando por el ‘Arriba y Abajo’ de la BBC para terminar siendo un cruce entre ‘El internado’ y ‘La señora’. La desaparición de una de la sirvientas del susodicho hotel, es el ‘macguffin’ para que su valiente hermano se introduzca de incógnito en un mundo de lujo, clases sociales, traiciones, matriarcas harpías y secretos de familia.
‘Gran Hotel’ es un buen paso adelante. Se nota un trabajo hecho con esmero, el guión sufre la dictadura de la presentación (vacía) de personajes pero sin caer en el tedio. Falta, si acaso, un buen giro en el segundo acto y sobran los subrayados argumentales (el cómo descubre el protagonista el escondite secreto en el que la desparecida guardaba sus ‘tesoros’ es de una obviedad infantil).
Hablamos de un porducto sobresaliente en lo técnico. Por fin, una serie que no parece un baile de disfraces. Su fotografía es adecuada a la época y aunque la música es absorbente peca de ‘machacona’.
Pero este paso hacia adelante podría haber sido una zancada y no lo es. Para empezar, los personajes son arquetípicos a más no poder. La trama no ofrece sutileza psicológica ni enredos éticos potentes. Se echa en falta un mayor localismo histórico. Da igual dónde se desarrolle la historia, podría ser en España o en Dinamarca.
A nivel artístico vemos a una Concha Velasco haciendo como nadie el mismo papel de siempre y a una Adriana Ozores que debería dar más miedo que el que da. Pero lo peor de todo es, cómo no, Amaia Salamanca. La ex de ‘Sin tetas no hay paraíso’, no ha crecido como actriz. Da pereza verla. Recita su texto con la misma pose que cuando estaba enamorada de ‘El Duque’. Es el ejemplo de que en este país, triunfar como actor no es igual a ser bueno.
En definitiva, que nos alegramos de que en Antena3 se hagan productos como este. Que la audiencia debería responder en masa para que, la próxima vez, nos den algo con lo que pensar y no sólo distraernos.