Que cinco meses después del mejor resultado electoral de la derecha en España RTVE siga siendo una mezcla entre La Sexta 2 y el twitter de los indignados es inaceptable. No se trata de una cuestión de independencia periodística, como de forma cínica y mentirosa han querido hacer ver en el PSOE.
Entre la independencia y la izquierda hay un trozo largo. Al fin y al cabo, el PSOE no quiere que RTVE sea independiente; quiere que siga siendo de izquierdas. Afortunadamente, los lectores de La Gaceta que no viven en Cataluña no tienen que soportar el oprobio de que, encima, la versión autonómica e RTVE sea nacionalista, mucho peor que TV3, porque hay que perdonarse lo de la «E» de España en sus siglas.
A hora va a resultar que los que llegaron a dedo a RTVE deben quedarse por sus méritos. Ni Ana Pastor, ni Pepa Bueno, ni Fran Llorente, ni Lorenzo Milá fueron elegidos por sus aptitudes periodísticas. Si fueran funcionarios, diríamos que llegaron vía «libre designación». Con lo cual, resulta de lo más tramposo pedir que el Partido Popular se tenga que embaular a estos comisarios políticos.
Ya sé que pedirle a Elena Valenciano o a Alfredo Pérez Rubalcaba que no hagan de su vida una constante mentira es pedirles demasiado, pero que ahora el Partido Socialista se eche las manos a la cabeza y acuse al Gobierno de querer reinstaurar el NO-DO es indecente.
RTVE magnifica cualquier pequeña manifestación, protesta o concentración contra el Gobierno. Aunque la realidad viaje en otro tren, el Canal 24 horas convierte a cualquiera que se pertreche con una pancarta y sepa escribir la palabra «recortes» en una movilización de narices que ha colapsado el centro de no se sabe cuántas capitales de provincia.
Y si quieren, dejamos para otro día la información internacional, en la que se toma partido por un amplio abanico que va desde Hollande hasta Chávez, pasando por la Kirchner. El asunto de RTVE es simplemente inaplazable. Óscar López tiene más minutos que la mayoría de ministros del Gobierno. Y eso no es independencia: es propaganda.