El showman regresa a los escenarios con un proyecto unipersonal protagonizado, escrito, producido y dirigido por él mismo
El Cine Callao, en esta ocasión convertido en teatro, ha sido el escenario elegido por Pedro Ruiz para presentar «No estoy muerto, estoy en Callao», un montaje cuya idea original y autoría recae íntegramente en el actor y en el que evoca un marco único de reflexiones divertidas y transgresoras sobre la realidad cotidiana más actual.
Comenzando por él mismo, el actor recuerda bajo una mirada crítica a la par que inteligente y sagaz, a personajes del mundo político, del panorama sociocultural español y diversos estereotipos que perviven en nuestra sociedad.
Según ha comentado el propio Pedro Ruiz en rueda de prensa:
«Lo primero que hago es reírme de mí. Además, he querido que esta obra sea un reflejo de lo que ocurre en la sociedad. Por eso, también, vamos a tener «invitados», y digo «invitados», que provienen de la lista del paro, de Cáritas Española, etc. porque también se merecen un momento de esparcimiento y diversión, que no vienen mal en estos tiempos que corren».
Durante dos horas, el escenario se convierte en un marco único de pensamientos hilarantes y nostálgicos que combinan perspicazmente el esperpento, la actualidad, el exceso, la ternura y la sorpresa; brindando al espectador un carrusel de energías y sensaciones inigualable.
«No estoy muerto, estoy en Callao», su montaje número 21, supone el regreso a los escenarios del showman después de años de no acometer este género. De esta manera, recupera su mejor pulso y tono.
«No estoy muerto, estoy en Callao»
A Pedro, al que algunos empresarios americanos han definido como «el artista con más energías diferentes que han visto», siempre le ha gustado que su soledad en el escenario pareciera un carrusel. Ahora, tras años de no plantearse un show como el que aquí presenta, ha reempuñado las riendas de la cuadriga que inventó para volver a ocupar su sitio en esta faceta.
Con todo respeto y admiración a sus compañeros, de los que continuamente aprende y con los que comparte, regresa a este formato para ocupar su sitio. Un lugar único que sólo le pertenece a él. El que tan sólo se llena con su huella digital.
Cela dijo de él al verle: «Su manera de hacer es única y ejemplar y si no al tiempo». Gila escribió: «Es el único hombre que conozco capaz de subir un piano de cola a un quinto piso sin saber si allí vive alguien».
Mantiene un fluidísimo contacto con sus contemporáneos, con los más jóvenes y con las figuras emergentes, y lo hace con respeto y afecto. No entiende la vida de otra forma.
Los espectadores van a pasar casi un par de horas liberadoras. Con esa intención ha trabajado esta presentación. Algo le hemos oído decir sobre el deseo de que en este rato «los burlados se rían sanamente de sus burladores».