Es imprevisible saber que coste político puede tener para Fabra su decisión
La decisión de Alberto Fabra de cerrar Radio Televisión Valenciana (RTVV), obligado por la decisión del TSJ de anular el ERE ante la inviabilidad de readmitir a los despedidos, provocarla la muerte del 90% de las empresas del sector, casi todas ellas productoras pequeñas o asociadas a otros conglomerados como Vértice.
El día después de las productoras valencianas
Se quedan sin opción en el sector. En la Comunidad Valenciana no existen medios alternativos, como puede pasar en Cataluña con un grupo potente como el Godó. Desaparecido el motor de Canal 9, las inversiones hechas por muchos empresarios se van a pique. Y arrastrando deudas que seguirán presentes en el futuro. Según lo ha definido uno de ellos: «Será como volver a los años 70. A la época preindustrial»
El tsunami es de tal calibre que se lleva por delante incluso a aquellas productoras que han venido trabajando en Canal 9 los últimos años y que estaban vinculadas al PP. En el caso de Vértice el daño estriba en el jarro de agua fría que supone conocer la decisión del gobierno valenciano tras haberse hecho con la licitación para la externalización de sus contenidos.
El principio del fin: una plantilla que creció monstruosamente con una deuda disparada
La decisión de Fabra va a ser acogida de buen agrado por muchos que miraban con indignación los números que dejaba tras de sí el ente público valenciano. El mismo que durante los últimos años fue acumulando tal deuda que la misma se situó en los 1200 millones de euros. Normal que, desde ese punto de vista, su adiós suponga un alivio a las maltrechas arcas valencianas.
La oposición y los sindicatos denuncian que sus antecesores en el cargo cogieron una televisión pública hace ya 18 años (desde la llegada de Eduardo Zaplana, elegido presidente en 1995) que estaba saneada y en ocasiones, llegando al 20% de audiencia. Tras diferentes legislaturas populares, la plantilla engordó y se triplicó, se dividió entre cuatro la audiencia y la deuda se disparó.
La audiencia valenciana dio la espalda a su televisión. Con un presupuesto importante para el sector, unas instalaciones magníficas y mucho talento reunido entre sus profesionales solo fueron capaz de situar el share en un ridiculo 5%. Los damnificados coinciden en señalar a Eduardo Zaplana como creador de un modelo de propaganda creado para mayor gloria del que luego sería Ministro de Trabajo.
No faltó quien contempló con estupor por los pasillos de la sede central cómo una televisión que entre otros objetivos debía fomentar el uso del valenciano creaba y promocionaba programas de debate en castellano donde los dirigentes del PP colocaban a periodistas de Madrid afectos a su gestión. Era la forma de pagar la campaña de imagen desde la capital de España que debía permitirle a Zaplana optar a dar un salto más ambicioso en la política nacional.
Posteriormente, Francisco Camps continuó con ese modelo creado por su antecesor hasta que la crisis llevó a la decisión de despedir hasta a mil personas que formaban parte de esa plantilla engordada.
El posible coste político
La Generalitat tiene prisa por llevar la liquidación de RTVV de la manera más inmediata posible, aunque no lo tiene facil por los contratos firmados en vigor y las obligaciones de abono de derechos previstos para los próximos años, así como el pago pendiente con proveedores.
Cada día que pasa, entienden desde el gobierno valenciano, es un desgaste. Ya no tiene una televisión que explique su versión de las cosas. Y ahora, cada informativo que salga en antena será en su contra precisamente en un medio donde nunca antes hubo una palabra crítica. No solo eso, sino que la ocultación de la realidad que si recogían los periódicos del día era una constante, como pasó con la trama Gürtel, que parece que nunca existió en Canal 9.
Ahora es imprevisible saber que coste político puede tener para Fabra su decisión. Hasta ahora desde el PP de Valencia se creyeron que pasara lo que pasara, continuarán con el respaldo del electorado. Son ya cinco legislaturas seguidas con victorias populares. Pero fue un ‘régimen’ sostenido gracias a un modelo de propaganda que ahora no existe. Los valencianos ya no pueden seguir con ese sueño que se alimentaba a base de imágenes vacías.