Si el coste del servicio supera la utilidad que le atribuye el consumidor, los trabajadores que lo fabrican deben dedicarse a otras cosas...
El director del Instituto Juan de Mariana y profesor del centro de estudios OMMA, Juan Ramón Rallo, lo tiene claro:
«El cierre de Canal 9 debería escandalizar al ciudadano: no porque las administraciones públicas se desprenden de un mecanismo para manipular a las masas, sino porque la clausura haya tardado casi 25 años en producirse».
«El comentario a propósito de Canal 9 resulta extensible a todos los medios de comunicación públicos. No hay ninguna razón que justifique coaccionar a los ciudadanos para sufragarlos».
Rallo sostiene en su blog personal que la televisión nunca fue un bien público:
«La televisión de pago o por suscripción hizo su aparición de manera muy temprana, permitiendo técnicamente la exclusión del gorrón».
«La competencia en el mundo audiovisual permite que los medios de comunicación que ofrecen aquello que la gente quiere ver, conseguirán altas audiencias y las empresas privadas les pagarán por insertar sus cuñas de publicitarias… sin financiación estatal es bien posible que haya televisión».
Para conseguir una televisión de calidad no es necesaria la financiación pública:
«Si los espectadores desean ver programas de calidad, los empresarios de la telecomunicación que aspiren a tener audiencia y obtener ingresos publicitarios tendrán que ofrecer programación que los ciudadanos reputen de calidad».
En cuanto la polémica que genera en materia laboral el cierre de un canal televisivo, Rallo argumenta su posición de la siguiente forma:
«Desde luego, mantener una televisión pública abierta para conservar los puestos de empleo, no es un motivo cuantitativamente menudo (Canal 9 tenía una plantilla de 1.800 trabajadores, más que Antena 3 o Telecinco) pero sí un mal motivo. Los servicios de producen para el bienestar del consumidor, no para el bienestar del productor».
«Si el coste del servicio supera la utilidad que le atribuye el consumidor, los trabajadores que lo fabrican deben dedicarse a otras cosas… En definitiva, no existe ni un solo motivo razonable para mantener abierta ninguna televisión pública».