Meritxell Martorell es la reportera de ’21 días’ que acaba de narrar para el portal de noticias Vice cómo se enamoró de un refugiado iraní mientras grababa su programa allá por febrero de 2016.
El programa ’21 días: de Lesbos a Colonia’ perteneciente a la séptima temporada del exitoso espacio de Cuatro, fue emitido el pasado mes de mayo de 2016, y muchos meses después la reportera y buque insignia del proyecto -tras otras periodistas como Samanta Villar o Adela Úcar-, sorprende relatando su historia de amor:
Por unos minutos olvido todo lo que me rodea. El frío se convierte ahora en una temperatura ideal, la gasolinera es el escenario de una novela romántica y pierdo totalmente la noción del espacio y el tiempo. Todo se aliena, no sé dónde estoy.
Cada mañana comparto con Harud un café con leche, un bollo y una conversación. Estamos sitiados en una gasolinera azotada por una tragedia y una crisis humanitaria gigantesca, pero el desayuno nos parece apetitoso e interesante, la realidad es demasiado dura de afrontar.
A pesar de las guerras, de las desigualdades y de los desequilibrios del mundo, la vida sigue siendo algo extraordinario, tenemos la obligación de saborear los pequeños placeres que nos ofrece y nosotros saboreamos el café aguado.
Esas fueron algunas de las reflexiones personales de lo que la reportera vivió durante su periplo tratando de cruzar la frontera con los refugiados, pero su historia fue más allá:
Me duermo pensando en Harud y a la mañana siguiente recibo la noticia de que ha llegado a Hannover, Alemania. Voy porque lo necesito, porque me apetece, lo voy a vivir sin cámaras ni reflexiones, sin entrevistas de por medio.
Quedo con Harud en la estación de trenes y cuando lo veo me tiro a sus brazos de un salto, está sano y salvo. Recorremos la fría ciudad alemana y vivimos nuestra historia intensamente. Somos inocentes y abrazamos ese momento mágico para no dejarlo ir jamás.
La reportera redacta cómo incluso durante aquellos días se sintió más desequilibrada que nunca, y los problemas no dejaron de ocurrir:
Llamo a mi familia. Hace más de un mes que no saben de mí, he estado grabando el reportaje en Grecia y lo he empalmado con Alemania. Les confieso que su hija, enamorada, acaba de cruzar la frontera con un refugiado sin papeles. Mi madre viene a verme preocupada, le presento a Harud como si de su yerno se tratase y se le parte el corazón, ve que estoy afectada. Llevo muchos días sin descansar, estoy desequilibrada como nunca. Me da su mejor consejo pero no escucho nada, Harud y yo nos vamos a Madrid, tengo que empezar a grabar en un par de días.
Una vez en la capital pido cita con una abogada de CEAR, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, y me informo acerca del asilo en España. La cosa pinta mal, aparentemente España ahora no da asilo político a iraníes y menos aún cuando descubran que Harud ya había sido destinado a Alemania. Ha incumplido la normativa y, al tenerlo en casa, yo también lo estoy haciendo.
El amor en este caso, tal y como cuenta Meritxell, cegó a la periodista que comenzó a incurrir en ilegalidades y tuvo que estar refugiada con su chico en casa:
No estamos enamorados, sólo que hemos maquillado de color rosa los momentos oscuros que nuestras mentes eran incapaces de aceptar. Hemos vivido intensamente los sentimientos que se le despiertan a cualquier ser humano en momentos de injusticia, hemos abierto nuestros corazones, somos intensos y jóvenes, nos queremos y nos respetamos como personas, de eso no cabe duda. ¿Pero queremos realmente vivir juntos? Surgen dudas y yo al día siguiente empiezo a grabar. Harud decide volver a Alemania, hacer las cosas legalmente y dejar que el tiempo pase. Todo se pondrá en su sitio, asegura convencido. Admiro su caballerosidad, su decisión y nos despedimos esta vez de una forma más madura.
Pero el stanby de esta historia de amor no iba a ser del todo para comer perdices, al menos durante algunos inquietantes días más para la reportera y su nuevo ‘amigo’:
Pocas horas después, recibo un mensaje del conductor de BlablaCar diciendo que Harud ha sido detenido en la frontera de España con Francia. Le han sacado el móvil y está en la cárcel. No sé nada de él durante los siguientes 21 días.
«A día de hoy Harud está viviendo en Lyon, ha conseguido trabajo en Amnistía Internacional y está cumpliendo su sueño de trabajar en Europa como representante de Derechos Humanos. Habla con su familia casi a diario, les echa de menos, mucho, pero está satisfecho con su trabajo. Mientras tanto, Sabber y los yazidíes siguen esperando en el campo de refugiados de Hannover, todavía sin asilo, todavía haciendo colas».