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Pablo Motos: el pequeño delincuente de barrio que se ha hecho multimillonario en televisión

Factura 28 millones de euros al año

Pablo Motos: el pequeño delincuente de barrio que se ha hecho multimillonario en televisión
Pablo Motos, sacando músculo. EP

A diferencia de la actual riqueza del presentador, los orígenes de Pablo Motos son humildes. Como él mismo bromeaba: «Humildes no, lo siguiente».

Nació en Requena (Valencia) y su padre, que durante mañana era cocinero por la tarde fundidor y fines de semanas vendía revistas de ganchillo, se lo llevaba consigo «para que diera pena» (Pablo Motos: de niño que vendía revistas de ganchillo a millonario). 

Acompañar a su padre era uno de los pocos momentos en los que el presentador se portaba bien, ya que era el hijo ‘gamberro‘ por excelencia, según recoge Elena Bustamante en El Español.

El sótano de su casa se convirtió en el segundo hogar de un joven Pablo Motos, que pasaba más tiempo castigado que en la calle.

A medida que Pablo Motos crecía también lo hacían sus gamberradas. Con la llegada de la adolescencia el valenciano se adentró en un mundo más complicado.

Sus amigos y él se dedicaban a entrar en casas y robar objetos que luego revendían, como confesó él mismo a Bertín Osborne. En aquel programa, en noviembre de 2015, habló de los aspectos más íntimos y desconocidos de su vida. Uno de ellos fue que se había sometido a dos retoques estéticos, pero que, por impaciente, casi no vive para contarlo.

Motos compaginaba sus actos vandálicos con su pasión por la música. Un gitano del pueblo que tenía una peluquería fue el que le enseñó a tocar la guitarra.

Entre semana acudía después del colegio para que su ‘maestro‘ le diera algunas lecciones entre corte y corte; y los domingos Pablo, con su pelo pelirrojo, su tez blanquecina y su sangre paya; era uno más en las juergas flamencas donde llegaba a estar doce horas seguidas tocando la guitarra.

A Bertín Osborne también le contó que había pasado por una mala época en su vida cuando trabajaba como DJ: «Probé las drogas una vez y dije, ya no más».

Sin embargo, su vida dio un giro de 180 grados cuando un día, tras una persecución con la policía, uno de sus amigos, el Tani, falleció. Fue un shock. Pablo recapituló y se dio cuenta que no quería que ese fuera su futuro.

Él quería parecerse al hijo del médico, que vivía en una casa fantástico y era muy educado.

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