¿Nadie en la profesión va a defender el legítimo derecho de un editor o un director a hacer libremente a su equipo con el que va a trabajar como los políticos hacen los suyos?
¡Cuánto daño ha hecho el ‘ombliguismo’ periodístico! Tantos años de tradición victimista del cuentismo de presentar cómo conspiración judeo-masónica cada sustitución, relevo o ruptura de un acuerdo que ya parece que la propia profesión lo ha asumido como verdad.
Pablo Iglesias, en su desesperación por intentar volver a ser el centro de atención mediática y el ‘elefant terrible’ de antaño, papel que ahora ocupa Vox, se dedica a provocar a Atresmedia y Mediaset para ver si le zurren (ya no se puede meter con Cebrián, porque no existe) y ha acabado por «comprar» la parida de que los medios dominan este país y de que detrás del cambio de puesto de cada periodista hay siempre una conspiración.
Y lo peor es que los propios periodistas han colaborado en fomentar esta leyenda. Periodistas liberalísimos han sostenido hasta la sociedad teorías en las que prácticamente cada resultado electoral desde 1993 en este país ha sido «gracias a» o «por culpa de», tal medio de comunicación, o tal otro.
Que han sido medios los verdaderos opositores a los Gobiernos y que detrás de cada suceso relevante de este país ha sido por culpa de algún medio: en el caso de ‘El Procés’, según alguno todo es culpa de La Sexta y según otros de ‘la brunete mediática de la derecha’.
Y luego la obsesión del martirio: detrás de cada periodista que pierde su puesto, nunca está la posibilidad de que esta haya cometido un error o que sea el criterio del jefe que le paga. Siempre tiene que ser la conspiración política que le lleve al martirio.
Ese planteamiento tiene grandes maestros en la historia mediática, como Pedrojota Ramírez afirmando que el hecho de que una política le dijera que ‘no le leía’ era un poco menos que un delito de lesa humanidad porque «incitaba a la gente a no leerlo», o Nacho Escolar y Fernando Berlín presentando la anulación de una colaboración semanal en la SER como agravio al periodismo honesto y repitiendo eslóganes del tipo «¡No tenemos miedo!» y demás mandangas.
Son síntomas del nivel enfermizo de soberbia al que ha llegado la profesión periodística en España.
En la última entrevista de Iglesias a Piqueras hizo un censo de periodistas que según él habían sido ‘mártires’ del PP:
Piqueras – Tampoco a los periodistas nos gusta mucho que desde la política nos digan lo que tenemos que hacer. ¿Sabe usted que también hay presiones de la política?
Pablo Iglesias – Que se lo digan a Esther Palomera, que se lo digan a Jesús Cintora, que se lo digan a Carlos E. Cue, que por presiones de Soraya Sáenz de Santamaría sobre el director de El País le mandaron a Argentina porque no le gustaba a esta señora como cubría las noticias. Que se lo digan a Zarzalejos que cuando dirigía el ABC no quiso hacer la campaña a Esperanza Aguirre y le echaron de ahí. Claro que hay presiones. De los mismos, siempre.
Como esta es una profesión enferma de ego y nadie quiere romper el mito que detrás de su caída había una gran conspiración, quizá conviene poner de manifiesto lo que en el fondo todo el mundo en el sector sabe, pero parece que ya no es correcto decir: las reglas del juego a partir de las insinuaciones o afirmaciones que digo Iglesias:
Insinuación de Pablo Iglesias: «A Esther Palomera fue destituida como Adjunta a la Dirección de La Razón por el PP»
No, Sr. Iglesias. A Esther Palomera no la echó de La Razón el PP, la echó su director, Francisco Marhuenda, cuyas diferencias con Palomera eran notorias (y evidentes para cualquiera que siguiera sus respectivas actividades como tertulianos) dentro de la legítima competencia de un director para formar el equipo con el que considera que va a trabajar más a gusto.
A ver si ahora resultará que un político puede hacer realineaciones en su ejecutiva, como ha hecho Pablo Iglesias cuando echó a Sergio Pascual de Secretario de Organización en Podemos y lo cambió por Pablo Echenique o cuando echó a Errejón como Portavoz y lo reemplazó por Irene Montero, y en cambio un director no va a poder hacer lo mismo.
Ese mismo Marhuenda también decidió prescindir de la columna de Alfonso Rojo en La Razón y entonces Pablo iglesias no vio represión ni sanción alguna. Se ve que Rojo no es ‘de los suyos’ y Palomera sí.
Insinuación de Pablo Iglesias: «A Jesús Cintora lo echó el PP de Mediaset»
A Jesús Cintora no le echó Mediaset en ningún momento. Permaneció en Mediaset cobrando hasta que finalizó su contrato y él, libremente, al acabar este negoció pasarse como colaborador a un grupo competidor, Atresmedia.
Si se refiere al hecho de antes de eso hubiera dejado de presentar ‘Las Mañanas de Cuatro’, Jesús Cintora fue reemplazado por Javier Ruiz por decisión de los directivos informativos de la cadena, Juan P. Valentín y Paolo Vasile, que eran exactamente los mismos que una temporada atrás habían decidido relevar a Marta Fernández para poner a Cintora. ¿El primer cambio era legítimo y el segundo no? ¿Cuándo es legítimo o cuando no que un jefe releve a un presentador?
A quien sí echaron los de Mediaset fue a Hilario Pino porque legítimamente consideraron que no encajaba en el proyecto que ellos tenían en mente, pero Iglesias, curiosamente, no citó el caso de Pino, a quién ahora tiene ocasión de ver en Atresmedia incordiándole con preguntas de paternidad mientras luce chupa de cuero.
La misma prerrogativa que tienen los directivos de Mediaset para decidir en qué lugar de su alineación quiere tener a los profesionales a los que pagan, es la que tuvieron los del canal Trece, por ejemplo, para prescindir de tertulianos como Antonio Pérez Henares, Luis Balcarce o Isabel Durán, por poner tres ejemplos que no eran muy «del gusto» de Podemos, sin que Pablo Iglesias se molestara por sus salidas..
En Atresmedia apartaron a Alfonso Rojo tras su trifulca con Ada Colau y tampoco Iglesias vio entonces problema en ello
Afirmación de Pablo Iglesias: «A Carlos E. Cue por presiones de Soraya Sáenz de Santamaría sobre el director de El País le mandaron a Argentina porque no le gustaba a esta señora como cubría las noticias»
A Cue no le echó nadie. Antonio Caño, en su legítima facultad como director de El País, hace la alineación que le de la real gana como cada entrenador hace la suya en un partido. Es llamativo que para Pablo Iglesias ser designado corresponsal en Buenos Aires, una de las corresponsalías de mayor prestigio de PRISA que, antes que Cue ocuparon personas del nivel de Martín Prieto o la propia Soledad Gallego Díaz, le parezca un ‘castigo’.
Y la misma legitimidad que tuvo Caño para mandarlo ahí, la ha tenido Sol Gallego Díaz como nueva directora para traerlo de vuelta. La misma legitimidad con la que Sol Gallego Díaz ha dejado fuera de su alineación de ‘El País (y no asignándoles corresponsalías, sino directamente pegándoles la patada) a José Ignacio Torreblanca, David Alandete y Javier Ayuso, que no eran precisamente ‘fans’ de Podemos. Y, claro, a estos Pablo Iglesias no les defiende ni les defenderá, a los de su cuerda y punto.
El mismo derecho que, por ejemplo, Ignacio Escolar tiene como director para prescindir de la colaboración de ElDiario.es Rafael Reig (precisamente después de hacer críticas muy duras a Podemos) o el que tenía la dirección de ElConfidencial para prescindir de Roberto Centeno. Tampoco de estos hablará Iglesias.
Afirmación de Pablo Iglesias: «Echaron a Zarzalejos como director de ABC porque no quiso hacer la campaña a Esperanza Aguirre».
Para empezar, si se echa un vistazo al tratamiento de ABC durante los dos mandatos de Zarzalejos a la figura de Esperanza Aguirre no revela precisamente una extrema crueldad contra ella, en comparación al trato que daba a sus rivales del PSOE.
Zarzalejos se retira de la dirección en 2004 por decisión propia según el miso afirma. En 2005 el Consejo de Administración de Vocento le pide volver para que reasuma aquel cargo por un nuevo periodo y el mismo Consejo de Administración decide que ese periodo ha finalizado en 2008 en un momento en el que hay evidentes diferencias de criterio entre los miembros del citado consejo en todo el proceso de renovación del mismo y coincidiendo con una bajada en las ventas.
Si Iglesias se molesta en mirar la hemeroteca observará que ese mismo año fue reemplazado al presidente de Vocento (Santiago de Ybarra Churruca) por un procedimiento que molestó a no pocos de los socios del citado consejo, la mitad votó en contra y causó una fricción que causó una inestabilidad que se tradujo no sólo en la salida del director de ABC sino en la del propio CEO que no llevaba ni un año.
El factor que pudiera tener la opinión de Esperanza Aguirre no era, ni de lejos, el más relevante en aquella pugna. En parte lo muestra el hecho de que los sucesores de Zarzalejos, Ángel Expósito y Bieito Rubido no han sido, precisamente aliados de Esperanza Aguirre en las cuitas internas peperas, sino más bien al contrario.
Hace poco ABC prescindió en su equipo de su Jefe de Opinión Jaime González, a quien Pablo Iglesias conoce bien (le llegó a llamar ‘miserable’ en célebre ocasión). ¿Se imaginan que alguien dijera ‘echaron a Jaime González por que se peleó con el político Pablo Iglesias’). ¿Cuándo para Pablo Iglesias que una empresa decida prescindir de uno de sus profesionales en nómina y cuando no?
5 – Insinuación de Pablo Iglesias: «¡Los políticos del PP siempre presionan!»
Ningún partido tiene el monopolio de la presión si se entiende como tal que un político exprese sus discrepancias con un medio. El mismo Pablo Iglesias estaba sugiriendo el pasado sábado a La Sexta Noche que echara a Eduardo Inda. ¿No se da cuenta Pablo Iglesias que si Javier Bardají o Silvio González siguiendo su recomendación echaran a Inda de Atresmedia sería – de acuerdo a su criterio – un despido motivado por una presión política? ¿O sólo son presiones si lo hace el PP y si es otro es una inocente sugerencia?
La realidad, aunque extrañamente nadie lo diga, es que hay un derecho legítimo de cada editor a elegir a quien quiere pagar y a quien no y hay un derecho de cada director de un medio a decidir con qué alineación quiere trabajar y con cual no. Las sugerencias que pueda recibir cada editor o a cada director del PP, el Gobierno, el Papa o sus respectivas santas madres es el problema de cada uno de ellos, que elegirán que sugerencias quieren seguir y cuáles no, pero la decisión seguirá siendo de ellos y no del partido, el Papa o las madres.
El problema de tanto obliguismo es que causa que aparezcan el ‘paternalista’ político dispuesto a legislar para destruir el derecho de editores o directores. Y, eso sí, y no todas las paparruchas enumeradas hasta ahora, sería un atentado a la libertad de expresión.
El debate no es nuevo. Ya a principios del siglo XX José Ortega Gasset protestó cuando el político Eduardo Dato trataba de legislar favores a la prensa para evitar su ruina. El columnista veía en ello un interés de «ayudar», para tener así una prensa agradecida y mejor controlada (¿les suena?) por lo que se posicionó en contra: «Yo pido al Estado que nos deje a las empresas periodísticas arruinarnos en paz», sentenció el periodista Ortega, entonces… (Que luego se volvería político)