El final de ‘Juego de tronos’ ha sido, quizás, el evento televisivo más importante del año, de la década, de la historia. No ha llovido a gusto de todos, y a pasar de que sus creadores ha dinamitado el guión de la serie, es incuestionable que le hemos dicho adiós a una era, a un fenómeno social al que debemos pleitesía.
La gente sigue muy enfadada. Twitter está plagado infinidad de mensajes airosos contra los guionistas de ‘Juego de tronos’ y la forma que han tenido de finiquitar la serie. Hay incluso amenazas de muerte y una plataforma para que se vuelva a rodar la última temporada. Se nos ha ido la cabeza, así de simple.
Primero, sí, David Benioff y D.B. Weiss se han cargado la estructura dramática de su creación. Lo llevan haciendo dos (o tres) temporadas pero en esta última le han dado la espalda a la sutileza y al sentido común y han abrazado la brocha gorda y los fuegos artificiales.
Muchas quejas nacen de las expectativas frustradas, de que lo que uno quería que pasara, no pasa. Estupideces. No nos podemos echar las manos a la cabeza por el devenir de una historia que han creado otros y que, guste o no, nos ha sorprendido.
Lo que sí es reprochable es el cómo. ‘Juego de tronos’ se ha traicionado a sí misma, creando un tono y un ritmo dramáticos durante 6 temporadas para, en las dos últimas, saltárselos a la liguera.
No ha habido coherencia argumental alguna. En esta última tanda de 6 capítulos había mucha tela que cortar y la han hecho jirones. No ha habido tiempo de cocción, ni te han preparado como debiera para lo que se avecinaba.
Todo esto es verdad pero no importa. Con Juego de tronos hemos descubierto que sí se puede. Que lo que antes era terreno exclusivamente cinematográfico, ahora también lo podíamos ver en la televisión. Se ha ganado el puesto de fenómeno social a pulso y eso no se lo va a arrebatar ni un final desastroso.
EL ÚLTIMO CAPÍTULO (ALERTA: SPOILERS)
Ahora bien, el adiós. No haremos muchos spoilers pero los habrá, así que, si no has visto aún el capítulo, NO SIGAS LEYENDO. Para un servidor, el último episodio ha sido una extraña mezcla entre la Bohème y Muchachada Nui, entre lo épico y lo absurdo.
Daenerys, encerrada en su locura, en su idea única del bien y en la tiranía como única forma de gobierno, ha sido asesinada por el hambre que amaba, Jon Snow. El ya no tan bastardo por fin ha tenido algo que hacer. Lo ha hecho con su misma cara inexpresiva de siempre pero lo ha hecho.
Sí, el cambio de Dany ha sido brusco. Pasó de ser una libertadora a una Triana en medio segundo pero al final, si eso es lo que han querido contarme en ‘Juego de tronos’, me gusta. Aplaudo la crítica a los extremismos, a las banderas y a la moral prostituida por el poder. Bravo pero no, así no. La rapidez es siempre garantía de ridículo y esto es lo que les ha pasado a los guionistas.
La primera parte del episodio es trágica, tensa, aterradora. Esa Khaleesi dirigiéndose a sus tropas, cual líder fascista, con esa ceniza que parece nieve y ese ejército hambriento de más sangre da miedo. Mucho.
Y luego llega una conversación muy extraña entre Tyrion y Jon, en la que parece un debate entre los creadores de la serie y el público. Jon intenta explicar lo que ha pasado, el porqué la Madre de Dragones se ha vuelto así de loca, que sus razones tendría, pero el enano da un golpe en la mesa y nos convence de que esta señora ha sido una sádica siempre, que lo lleva en la sangre pero que cuando sus enemigos han caído y ya no hay un mal mayor,se ha convertido en la tirana que siempre fue.
Dany muere y su dragón, el más listo de todos, destruye aquello que realmente mató a su madre y señora: el trono de hierro.
Y a partir de aquí, la parodia. Esa reunión de todos los señores de Poniente está forzada y es ridícula. Me gusta, sin embargo, la crítica que hacen al autoritarismos cuando todos los poderosos se ríen de la posibilidad del voto libre pero que Bran, el tullido (así le llaman) sea al final el rey de los siete reinos pues como si no hubiera rey. Un personaje que no ha hecho nada en 8 temporadas y que al final se lleve el premio gordo da, como mínimo, pereza. Eso sí, lo bueno es que, al final, será Tyrion , como su mano, el que manejará todo el cotarro. Bravo.
Jon regresa al Muro, a la guardia de la noche, de donde nunca debió salir. Y mientras Sansa se proclama reina independentista del Norte, Arya, cual Cristóbal Colón, se marcha a descubrir mundo.
Y con esto y un bizcocho, le decimos adiós al fenómeno cultural por excelencia. Se nos va una parte de nosotros y le estaremos eternamente agradecidos. Sólo me quedan unas cuantas dudas: ¿Qué narices es un cuervo de tres ojos? ¿Qué es el Señor de Luz y qué quería realmente?