Resuenan aún por los platós de televisión y radio y en las páginas de los periódicos las bocachancladas del Vicepresidente Segundo y del ministro de Consumo, Pablo Iglesias y Alberto Garzón, contra Su Majestad el rey Felipe VI:
La posición de una monarquía hereditaria que maniobra contra el Gobierno democráticamente elegido, incumpliendo de ese modo la constitución que impone su neutralidad, mientras es aplaudida por la extrema derecha es sencillamente insostenible.
— Alberto Garzón? (@agarzon) September 25, 2020
Respeto institucional significa neutralidad política de la jefatura del Estado, renovación de los órganos judiciales en tiempo y forma, actuaciones de la fuerza pública proporcionales. Art.1.2CE: La soberanía reside en el pueblo español del que emanan todos los poderes del Estado pic.twitter.com/WnWR0valz6
— Pablo Iglesias ? (@PabloIglesias) September 25, 2020
Los analistas, prácticamente todos a una, incluso algunos habitualmente ligados a la izquierda más extrema, se abalanzan contra la falta de respeto institucional de estos dos elementos exaltados, Iglesias y Garzón, más su marioneta, el ministro de Universidades.
Lo que sin embargo sí sorprende más y no cabía esperar ha sido la reacción de, por ejemplo, Emiliano García-Page. En El programa de Ana Rosa de Telecinco le tiraron de la lengua este 29 de septiembre de 2020 y no se anduvo con chiquitas el presidente de Castilla-La Mancha, socialista, para apalear a estos dos insultadores profesionales, creadores de conflictos, generadores de odio. Y de paso un palo tremebundo a Sánchez, por permitir semejante agravio:
Me parece bastante lamentable que los ministros de España se dediquen a hablar de una autoridad que no puede defenderse constitucionalmente, como es el Rey, cuando podrían hablar de las residencias, o de consumo, fíjese, con lo importante que es; o de lo que el Gobierno de España nos debe en dependencia a las comunidades autónomas…
Con la que nos está cayendo encima, de verdad, con el problema que tenemos con el virus, hay gente que se dedica en vez de a solucionar los problemas, a desviar la atención o a crear otros.
«Bueno, tienen un problema para cada solución», terciaba, con desdén, la propia Ana Rosa Quintana.