Tiburtina.
Desplumada por el asa
después de la cera fría
dejó aquí lo que tenía
por fin la fiera descansa.
Ya no romperá más nada
su maldad ha caducado
en vagones de calado
y en la punta de la espada.
Y así de mala manera
se desprende del arbusto
del desierto y del disgusto
la pérfida cantarera.
Una planta que sobraba
la codicia de avarientos
en el centro de los vientos
de un velador que velaba.
No se merece los versos
de hecho aquí ni se nombraron
cuando se desdibujaron
abrazos risas y besos.
Así quede diminuta
para siempre esa felina
por terrible y por alpina
la grandísima minuta.
José Pómez
http://pomez.net