La siembra.
En los bloques de granito
se cursaba una gran pena
y en la rampa adormilada
un concierto se ofrecía.
Quizá con la delirante
argolla de los horarios
en los cinco litros de agua
donde falta uno y hasta varios.
Y alguien de gris amanece
anudando la sospecha
desgranada entre los peces
con sentido dolorido.
Iban perdiendo balones
para guiños de luceros
iban en tres apilados
con un estudiado esmero.
Brincan rocas y chinarros
brincaban en los extremos
pocas había allí quietas
como tú y yo conocemos.
Por los huecos infinitos
de las sendas inventadas
ni se opone ni es de ayuda
el candado del principio.
Si un color se le imponía
donde estaban escaleras
lo velaba o lo teñía
en la misma cabecera.
Y si acaso llueve luego
otra vez del mismo modo
sobre al ganso y brazalete
consentido día y noche.

José Pómez
http://pomez.net