Querido amigo Benito ella no se marchó
por culpa tuya, tú le diste siempre tu amor
fue ella la que no supo conservarlo entre su alma
engreída que estaba con ese culto absurdo
contrario a las pequeñas carretas de costumbre.
Era la limosnera y no se entregaba nunca
no sabía entregar –y todavía no sabe
desconoce que tiene el alma y esas caricias–
ni su alma ni su amor que de ella no sale nada
solo la angustia fija de conseguir sus metas.
Sí, se marcho buscando un espejismo inmaduro
el anuncio incompleto y la cuenta de la tarde
despeinada de noche era mas bella por fuera
que por el interior fatal y mal gestionado
era imprecisa, breve y jamás te valoraba.
Ella no se marchó por no tener atenciones
ni por no amar al Sur –donde informado hoy por ti
florecen los claveles– sino que esa su diana
se estaba resituando entre otros palos tan huecos
como sí misma corta de recorrido y lenta.
Se marchó con colores suaves porque eres bueno
se marchó mareada con la fuerza implacable
de tu ilusión de ley más firme y constante es clave,
se marchó despegada y zanjada en el florero
sin derretir cursivas atmósferas inertes.
Ella sin ti será bolsillo roto del miedo,
otra piedra olvidada por todo caminante,
la intocable masilla de cumbre reclinada
el intangible clima que sobrepasa asiento
y la calle perdida donde nadie da encuentro.
Ella sin ti jamás anunciará la alegría
ni encontrará la brisa ni la mar ni su sal;
podrá comprender tarde que en su aroma a salitre
cuando a la orilla llegue que te quiere y te añora
y comprenderá al fin su error el más lamentable.
Ese día nublado de madrugada extrema
comprenderá la ausencia de todos tus abrazos
los que dejo apartados en los márgenes hechos;
y de nuevo la esfera se retorcerá sola
que al paso del que escribe se escuchan los suspiros.
Se marchó y ya te alegras; ahora es cuando vives
la vida que mereces alejado de globos
inflados con la nada de su egoísmo airado;
que se aleje tan pronto se agrieta una hoja seca
y déjala volar y que se lleve las penas.
José Pómez
http://pomez.net