La sombra es silenciosa en el jardín.
Suavemente cae una columna
por ladera invisible entre los truenos
el metal se derrama otra vez blanco
y en las ramas se amplían consecuencias
alguna imprevisible y las de siempre.
La tierra toca el cielo a cada instante
los huesos habituales consolados
permanecen sellados mucho tiempo
y como esos balcones del espacio
supervisan a las hojas más pálidas.
Subiendo el rostro bajan el dorado
que enfermar polvareda al pulir mota
crujir la soldadura en pagamento
y olvidar esos nombres de persianas
sube el malestar uno junto al otro.
José Pómez