Otra vez cincelando abrigo y bota
después del campanario abandonado
la idea sobresale de la aldea
con tu ayuda conserva la alborada.
Hubo noches y hubo malas noches
y después vino la noche veleta
ardiente y con olores de candados
y rejas confundidos con centellas.
La escafandra de plata despoblada
de poesía y de luz y fantasía
de alma bilateral en sus cristales refleja lumbre del astro bañado.
Se describen las cosas de los cielos
en el bullicio fijo de corriente
deslumbrante y reseca en la tristeza
del estío del río del gentío.
Inmóvil no abatida frente al viento
la palidez oblicua del rastrojo
no florece la orilla de las risas
daban cornadas grandes al oro alado.
Pacientes o impacientes repobladas
tenebrosas sonoras de mirada
en algún lugar lúgubre y secreto
esa hiena existe y tiene su nombre.
José Pómez
