Su puerto ya no tiene marineros.
Nadie quiere vivir en Barcelona
con primates rabiosos y sus detalles
ningún viaje termina entre sus calles
no se nota la paz de la persona
y el descaro confluye en animales.
Y quieren ser así insignificantes
la ciudad perdió muchos amantes
con esos pareceres descuadrados
y parpadeos que hurtan resultados
al hombre libre en la llave del cante.
José Pómez