Jordi Jaumà (Periodista Digital).-Como si de un niño travieso se tratara, da giros ociosos vestido con chaqueta y corbata –a juego- sobre la silla con ruedas en el pequeño espacio que TVE dispone en el Congreso de los Diputados. Esta actitud brinda una imagen nítida sobre el talante vital de este madrileño que no aparenta los sesenta.
Lúdica, experimental, atrevida y desde luego no monótona es la actitud ante la vida que transmite Julio Bernárdez (Madrid, 1945). Este gato-madrileño-, que comenzó a trabajar en la, por aquel entonces, única Televisión Española, en los estudios de Prado del Rey, a los veintinueve años, no ha perdido ni un ápice de su jovialidad.
La luz del techo, de neón, desde luego no es la más apropiada para retratar a un hombre acostumbrado a estar, tanto delante, como detrás de las cámaras. En televisión ha hecho todo. Presentador, director de deportes, director de informativos en la época de José María Calviño o corresponsal, para él la época más interesante de su carrera. En Bruselas, en la época de Jacques Delors, cuando asistió, según sus palabras “al nacimiento de una nueva nación, en una ciudad que contaba con más corresponsales que Washington”.
Este periodista, educado en el colegio de los jesuitas en Madrid, cree que la forma en que se cuenta la información ha cambiado en los últimos veinticinco años,” fundamentalmente se ha pasado de una información sesuda, elaborada a una información en la que prima el titular. Hay que vender todos los días en un mercado más difícil”.
Siempre se ha sentido cómodo entre políticos –«son gente encantadora«–. Ahora, como corresponsal diplomático de TVE, es la sombra del ministro de Exteriores, Miguel Angel Moratinos. «TVE es mi casa y me siento orgullo de trabajar en ella», dice mirando directo a los ojos. «Nunca escribiría una sóla palabra traicionera sobre ella», afirma en lo que parece una crítica al libro que publicó Angela Rodicio.
