Montilla refuerza su dominio sobre el PSC

(Carmelo Jordá).- Pese a ser un personaje muy controvertido hay una habilidad que ni sus más acérrimos enemigos han osado cuestionarle nunca a Montilla: la capacidad para medrar dentro del partido, su prodigioso dominio de los resortes de la maquinaria partidista, su habilidad para imponerse en esa escala, dudosamente meritocrática, que marca la jerarquía de las organizaciones políticas.

Su salida del gobierno y la elección de su sucesor, al parecer acordada con Zapatero por él mismo, son una prueba más de esos méritos que, por ahora, parecen ser los únicos que adornan a Montilla.

Y es que tras una gestión más que dudosa en el ministerio de Industria, perseguido por los escándalos a cuenta del la OPA de Endesa y sin ningún logro significativo que poner en su haber, el Primer Secretario del PSC no sólo no ha visto mermada su proyección política sino que ha logrado situarse como la principal referencia de su partido, de hecho prácticamente la única.

Para empezar, la gestión que Zapatero hizo del tema del Estatut (que habría sido imposible sin la aquiescencia del propio Montilla) acabó con su principal rival para controlar el PSC: Maragall, que ha quedado tan tocado por el acuerdo entre el Presidente y Más (y por su penosa gestión en la Generalitat, todo hay que decirlo) que no podrá intentar repetir su mandato.

Ahora el presunto ascenso de Clos puede ser un segundo episodio de la misma historia. En este caso se ha elegido el conocido método de la “patada hacia arriba”: promover al enemigo a un cargo aparentemente superior en el que no molesta nuestras intenciones. No es que Clos fuese un dechado de virtudes y su gestión del ayuntamiento barcelonés no ha sido tampoco particularmente exitosa: lo que debían haber sido éxitos (Fórum) no han resultado tales, la respuesta a problemas puntuales como el del desastre del Carmelo fue desastrosa y muchos ciudadanos tienen una percepción nada positiva de aspectos cotidianos (limpieza, seguridad…) que los votantes siempre relacionan con la gestión municipal.

No obstante, la inercia electoral de una ciudad habitualmente socialista y la ausencia de enemigos de empaque podrían dar de nuevo la alcaldía a Clos y un alcalde de Barcelona es mucho alcalde en Cataluña, una figura política casi tan importante como el Presidente del Barça, si me permiten la ironía. Así, que con su viaje a Madrid (al “infierno” dijo el propio Clos que parece que se huele la tostada) desaparece el único personaje que podría hacer sombra, aunque fuese poca, al candidato del PSC a la Generalitat.

Esta “limpieza” puede tener una importancia nada baladí: a nadie escapa que lo más probable es que el resultado de Montilla en las elecciones sea más bien malo. Hay varias razones para ello: él no es un hombre muy carismático que digamos, la gestión del tripartito ha sido un desastre, CiU ha salido muy fortalecida del fregao estatutario y, para más INRI, ya sabemos lo que dijo Jordi Sevilla sobre los charnegos. La apuesta de Moncloa parece ser lograr que esa derrota sea digna y gobernar con los convergentes, pero si esa derrota es un poco más amplia de lo esperado pueden levantarse voces que le compliquen la vida al Primer Secretario.

Un Primer Secretario que, con un gallo en Madrid y el otro perdido en la nada, puede estar muy seguro de tener completamente bajo control el gallinero, por muy mal que se de la cosa en las urnas.

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