Blázquez exige el fin de ETA mientras Uriarte insta a que «todas las partes» cedan

(Agencias / PD).- De nuevo la jerarquía eclesiástica vuelva a dar la nota. Durante las homilías en la festividad de la Asunción el obispo de Bilbao y presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, exigía a ETA su «desaparición inmediata, total y definitiva», mientras, el prelado de San Sebastián, Juan María Uriarte, volvía a demostrar una cruel equidistancia entre víctimas y verdugos al reclamar un «acuerdo» para la paz en el que «todas las partes tengan que recortar sus legítimas aspiraciones».

Blázquez constató durante la homilía celebrada en la basílica de Begoña que «fue una equivocación grave el nacimiento de ETA, ha sido mortífera su existencia durante tantos años y su persistencia obstinada es insoportable». Para el jefe de los obispos, la banda «debe desaparecer inmediata, total y definitivamente», puesto que «nadie le ha otorgado ni le reconoce representación alguna».

El obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, a su vez, abogaba en la capital guipuzcoana por ‘buscar el acuerdo’ para llegar a la paz ‘aunque para ello tengan todas las partes que recortar sus legítimas aspiraciones’.

Uriarte se pronunció de este modo en la tradicional homilía celebrada en la Basílica de Santa María del Coro de San Sebastián con motivo del Día de la Virgen, a la que acudieron la portavoz del Gobierno vasco Miren Azkarate, así como representantes de la corporación municipal.

El prelado advirtió de que ‘la paz de los cristianos está impregnada de una sana inquietud’ porque estos ‘no se conforman con lo que tenemos ni se contenta con nuestra actual situación’, sino que desean ‘una sociedad pacificada, solidaria y tolerante‘.

A su juicio, la sociedad no debe ‘esperar un futuro en paz como quien espera en invierno el autobús guarecido en una marquesina’, sino que debe ser ‘activa y salir al camino preguntándose qué puede hacer por la paz’. Para ello, debe ‘unir sus fuerzas a las de otros conciudadanos‘ porque ‘la paz es obra de todos y un bien para todos’.

El Obispo de San Sebastián apostó por tener ‘una esperanza serena’ porque, según dijo, ‘el nerviosismo es estéril y agresivo’.

‘El cristiano esperanzado sabe mantener la calma en los momentos crudos u oscuros, sabe desdramatizar en su justa medida sin relativizar en exceso la situaciones injustas y penosas’.

Asimismo, consideró que la esperanza debe ser también ‘paciente‘ ya que ‘la lentitud de muchos procesos humanos exaspera a los impacientes’.

‘La paciencia desplaza cuidadosamente los nudos de las cuerdas de nuestros zapatos, en vez de romper los cordones en un arrebato de ira. La impaciencia es el gran enemigo de la paz’.

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