Imaz pierde la batalla ante el sector soberanista del PNV y abandona la política

Imaz pierde la batalla ante el sector soberanista del PNV y abandona la política

(PD).- Han ganado los soberanistas, los «duros» como el lehendakari Ibarretxe que quieren independizarse de España. Josu Jon Imaz, hasta ahora presidente del PNV, asegura en una carta remitida a los medios de comunicación que abandona la política activa.

En el comunicado, Josu Jon Imaz afirma que la «modernización» de un partido no puede llevarse a cabo «en un contexto de competición por el discurso«:

«No seré candidato a la presidencia del Euskadi Buru Batzar del Partido Nacionalista Vasco, para la que fui elegido hace cuatro años. Volveré a la actividad profesional después de más de trece años de compromiso intenso«.

«Un partido no puede llevar adelante una modernización necesaria en un contexto de competición por el discurso. La reflexión serena exige liderazgos no cuestionados y partidos unidos y sólidos«.


OTRO SUEÑO DE ZAPATERO

Imaz, que había apostado con fuerza por la moderación del nacionalismo vasco, arroja la toalla frente a los sectores más radicales, renuncia a la reelección en la próxima Asamblea y abandona la política para regresar a su actividad profesional.

Imaz anunció su retirada después de que la Ejecutiva del PNV aprobara la ponencia política para la Asamblea de diciembre. Aunque supuestamente el texto es fruto del consenso entre los sectores moderado y radical, en realidad parece redactado por Ibarretxe y Egibar.

Concretamente, exige «el reconocimiento de la existencia del Pueblo Vasco como sujeto político y el derecho a la libre determinación del mismo» y señala que debe ofrecerse a la sociedad vasca el «derecho a decidir» a través de una «consulta popular».

El presidente del partido se había mostrado públicamente en contra de la convocatoria de esta consulta.

La repercusión de la marcha de Imaz no se agota en el ámbito interno del PNV, sino que tiene una lectura en clave de política nacional.

Zapatero ha basado su actuación política en muchos castillos en el aire y aunque dar por supuesto que se daban las circunstancias para que ETA abandonara las armas es la más grave, no es la única.

También creyó que los nacionalistas catalanes serían capaces de pactar en su Parlamento una reforma del Estatuto que él pudiera aprobar, que ERC se moderaría al formar parte del Gobierno catalán o que su acuerdo en La Moncloa con Artur Mas sería capaz de alumbrar un texto acorde con la Constitución y un gran acuerdo con CiU en Cataluña y en Madrid.

Nada de esto ha sucedido. Todos sus sueños se han estrellado contra la realidad. Y el caso de Imaz es, de momento, la última pompa de jabón que se le escapa de entre las manos.

El presidente socialista no acaba de caer en la cuenta de que las cesiones a los nacionalistas no fortalecen el ala moderada y sensata de esos partidos, sino precisamente a los sectores más radicales, a quienes la debilidad de palabra y obra les estimula para pedir cada día más.

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