Unas elecciones que ZP plantea como un plebiscito nacional

(PD).- El primer interesado en que las próximas elecciones del 9 de marzo se conviertan en un plebiscito nacional es Zapatero. Tras la intentona del Gobierno socialista de llevar a cabo una refomra del Estado, el líder socialista sacará conclusiones absolutas del resultado de las urnas: Si los ciudadanos le votan se verá avalado para llevar adelante reformas del Estado sustanciales.

Es Pablo Sebastián, en el diario ABC, el que hace el siguiente análisis:

«Un político que recibió un país económicamente fuerte y políticamente dividido, por la masacre madrileña del 11-M y que concluye su mandato con un preocupante horizonte económico y social, sin haber curado la fractura abierta en el conjunto de la sociedad española. La que él mismo empeoró hurgando en la herida recibida y abriendo otras que parecían cicatrizadas, como las de la Guerra Civil y el modelo territorial del Estado, al mismo tiempo que, presentándose como «Príncipe de la Paz», ofrecía a ETA una negociación política sobre la soberanía nacional. La que ha dado pie a nacionalistas vascos y catalanes para reclamar la autodeterminación, mientras arropan a Batasuna con desprecio de la legalidad y articulan un frentismo vasco, gallego y catalán en la senda ya abierta por el Estatuto de Cataluña, y aprovechando la crisis del Tribunal Constitucional».

Según el columnista de ABC, en el PSOE no es oro todo lo que reluce:

«Aunque en el seno del Partido Socialista impera el disfrute del poder y la unidad del partido, por encima incluso del interés nacional, no son pocos, ni de escaso nivel, los dirigentes de esta formación política que declaran su preocupación por el balance de la legislatura y que temen el deterioro y la incertidumbre que provocará una nueva e insuficiente victoria de Zapatero que ponga en manos de los nacionalistas la llave de la gobernabilidad».

«Algo que, seguramente, comparten muchos militantes y en mayor medida ciertas capas de su electorado, en las que se había detectado, en los últimos meses, la tendencia a un «voto de castigo» a Zapatero, bien cambiando de partido, bien por el camino de la abstención. Y no sólo preocupados por las consecuencias que, para España, tendría en el futuro la deriva confederal planteada, sino también por la incidencia que todo ello produce dentro del PSOE, donde dirigentes como Maragall y Montilla, en Cataluña, o Elorza y Eguiguren, en el País Vasco, entraron en competencia con el nacionalismo radical, asumiendo sus reivindicaciones.

Ahora bien, si la campaña electoral inminente abandona su natural función de balance de legislatura y análisis de los programas y personas del futuro gobierno y se adentra por el laberinto de un aparente plebiscito nacional, entre izquierda y derecha, lo laico y lo confesional, entre los vencedores y los perdedores de la Guerra Civil, entre atlantismo y europeísmo, pacifistas y belicistas, que es lo que busca Zapatero para ocultar el claro fracaso de su mandato. Si vamos a esta burda simplificación, con cierto tremendismo y la ventaja de los grandes medios de comunicación audiovisual al servicio del Gobierno, entonces el citado «voto de castigo» que planeaba sobre las urnas del PSOE se diluirá a favor de la permanencia de los socialistas en el poder».

Continúa así el analista político:

«Y en ese caso puede que, incluso, muchos votantes del centro político se vayan a la abstención en menoscabo de los intereses del Partido Popular».

Y conluye:

«Y, sobre todo, el riesgo del citado plebiscito, que, por una parte, ocultará el mal gobierno de Zapatero y, por la otra, otorgará al vencedor el veredicto de las urnas sobre asuntos de Estado que no estaban, como tales, sometidos a votación nacional, como la reforma territorial del Estado y el final de la transición. Y también la negociación política con ETA, que se retomará si Zapatero renueva el poder, con la ayuda inestimable y sorprendente de no pocos dirigentes y aliados naturales del PP».

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