Los mismos… con distintos collares

Los mismos... con distintos collares


(PD).- Este ministro Bermejo que acaba de descubrir la huella indeleble de ETA en las pisadas de las «nekanes» del PCTV, ¿no era el mismo que hace bien poco declaraba, en nítido alarde de esquemático maquiavelismo, que la ilegalización de ANV y sus colegas llegaría «cuando convenga a la jugada»?

Eso se pregunta Ignacio Camacho en su columna de ABC, que comienza con unos versos del gran Jorge Manrique:

«No mirando a nuestro daño
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta
no ha lugar»

Inquiere, retóricamente, el siempre brillante y acerado Camacho, si este dogmático acusador llamado Bermejo, que señala ahora llegada la hora de desenmascarar a los cómplices de los terroristas, este implacable funcionario que promete descargar el peso de la justicia sobre los indubitados responsables de un fraude de ley:

«¿No era el mismo que hace bien poco declaraba, en nítido alarde de esquemático maquiavelismo, que la ilegalización de ANV y sus colegas llegaría «cuando convenga a la jugada»?

¿No era el adalid del relativismo táctico que proclamaba en voz alta su convicción sobre la adecuada conjugación de las conveniencias?

¿No era el adalid del relativismo táctico que proclamaba en voz alta su convicción sobre la adecuada conjugación de las conveniencias?

Este juez Garzón que ha citado a los abogados de los tardobatasunos para comunicarles su suspensión de actividades la misma víspera del plazo para presentar candidaturas, este severo togado que practica sumarias diligencias para atajar las dilaciones del procedimiento ordinario, ¿no es el mismo que hace pocos meses adoctrinaba con afinados matices sobre la imprescindible distinción entre la perversa Batasuna y la bienintencionada y vaporosa «izquierda abertzale»?

¿No era acaso también el magistrado que desdecía con apresurados autos su propia materia jurídica elaborada durante años de investigación sobre la identidad común del terrorismo y sus múltiples terminales y franquicias?

Esta Fiscalía que ha acusado -pinchando en hueso, por lo demás- a la alcaldesa de Hernani de enaltecer el terrorismo con sus vivas a los presuntos asesinos de la T-4, este ministerio público que parece haber recordado de golpe el parentesco político y moral de los terroristas consigo mismos, ¿no es la institución que no ha mucho exoneraba a Otegi de la misma figura delictiva?

¿No obedece a idénticas jerarquías en su diametral interpretación de las directrices jurídicas?

Este Partido Socialista que ha incluido en su programa electoral la extinción de las «expectativas de diálogo» con ETA, este Gobierno que proclama su corajuda determinación para acabar con el terror y resistir su chantaje, ¿no eran, en fin, los interlocutores recientes de los enmascarados, los tenaces adalides de la negociación, los contertulios tripartitos del monasterio de Loyola, los defensores convencidos del «final dialogado de la violencia», los humanitarios celadores de la delicada salud de Iñaki de Juana, los benévolos exegetas del «conflicto vasco», los exploradores de la lennoniana oportunidad de pazzzzzzz?

Y, por último, estos ciudadanos que asisten en silencio a la reconversión paulina de toda esa retórica, a la ruptura desacomplejada del espejo moral del Estado, al desahogado tachón sin fe de erratas de todo aquel discurso lleno de hueca arrogancia y de fatuo optimismo, al giro sin autocrítica de toda una agenda de gobierno, ¿no son los mismos que un cuatrienio atrás se rebelaban contra las supuestas mentiras del aznarato y protestaban con alhraca, ruido y furia ante la manipulación del terrorismo como arma política?

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