El clan de Valladolid o la vuelta de los mamelucos al corazón del PP

(PD).- Pizarro convertido en la gran “esperanza blanca”. Esa es la gran aportación del tormentoso proceso de toma de decisiones para intentar reconquistar el poder en el PP.

Escribe Xavier Horcajo que Pizarro es el elemento capaz de relanzar a un Rajoy –que no goza de un motor de explosión sino diesel- y convencerle de que puede ganar.

Pero fue Eduardo Zaplana quien convenció a Manuel Pizarro y salvo el “statu quo” negociado con él; es el clan de Valladolid el que ha arrollado en la precampaña.

El equipo de incondicionales que rodea a José María Aznar, desde los tiempos de la Junta de Castilla y León ha demostrado cuales son sus poderes. Por el camino han dado muerte política por segunda vez a Rodrigo Rato (esta vez ninguneándole), han llevado a Gallardón al paredón y se vuelven a dar un atracón de poder como pocas veces.

Pocas pegas se le pueden poner a Manuel Pizarro, un victorioso de la vida profesional que se entrega por patriotismo a la emponzoñada carrera electoral.

Además el abogado del Estado tiene aptitudes, genera nerviosismo en el PSOE, y habla como a la gente le gusta. Es como un simpático anuncio de: “Teruel también existe”, no cae mal a nadie.

“Hemos acertado” piensa el clan. “Y a cambio de entregarle las alforjas de la vida económica, tendremos el control de un hipotético gobierno de Mariano Rajoy”.

De hecho, Pizarro ha sabido destilar entre las gentes el efecto del espejo mejorado, que consiste en que los ciudadanos, cuando le ven en televisión, creen que es como ellos mismos, pero mejor. .”Estupendo, un sudador de camisetas”, piensa el clan.

El aragonés lo remata todo, va de frente, por derecho, y termina sus respuestas repitiendo siempre la última frase, como si echara una rúbrica sobre un cheque con el estilo de quien no deja deudas pendientes. Ya veremos si las deja o no, caso de que Rajoy gane.

De momento, Pizarro es el consentido le han dejado, por ejemplo, no hacer campaña en su tierra. Algo a lo que no nos tienen acostumbrados los políticos de nuestro país. Y no es que no le haga falta al PP aragonés, con Juan Alberto Belloch sentado en la alcaldía de la Zaragoza de la Expo, y con el monitor de esquí Marcelino Iglesias, en el gobierno autonómico. No importa, convenía mimarle.

Para el “clan” ha sido un paseo militar de diseño milimétrico. Todo, calculado, incluso llevar al alcalde de Madrid al borde de la esquizofrenia. Rodrigo Rato hubiera sido un verdadero enemigo, por las viejas cuitas, y porque oye crecer a las lechugas y tiene el pecho de lata a prueba de Brutos. Pero se las ingeniaron para que “RR” no tuviera su “segunda oportunidad”, ni siquiera vio un balón.

La ciudad de Valladolid no tiene culpa alguna. De hecho, tan sólo uno de sus integrantes –Cortés- tiene raíces vallisoletanas. El grupo se podría llamar “clan de los Mamelucos” y a todos nos daría igual.

La cuestión es que fue con Aznar en la Junta de Castilla y León donde estos aparentes “amigos liberales” afinaron su técnica de cepillarse a los posibles sucesores del César con bigote. Si Rajoy gana volverán a mandar y si pierde las elecciones generales de marzo, Aznar lo tendría todo despejado.

Cuatro años de travesía del desierto no les han hecho mejores y como Zapatero parece que juegue sin defensas y sin portero, el “clan” se ha puesto las togas.

De hecho se han ciscado –en ello empatan con la fontanería de Zapatero– en los mecanismos participativos de la vida democrática interna mínima exigible en un partido. Así, juntitos, PSOE y PP empatan innovadores y edificantes procedimientos pre electorales. Ejemplo: primero repartimos los traseros del aparato en las listas y luego les informamos del programa que tendrán que defender (la carreta por delante de los bueyes). En España hubo una vez unas primarias, pero parece que dejaron mal recuerdo.

Los “amigos liberales” del clan de Valladolid son un lobby. Eso está claro. Responde a criterios de poder, puro y duro. Y no les gusta repartirlo. Han aprovechado todas las circunstancias favorables. Su apuesta no difiere en mucho de lo previsto en 1996: poner a Rajoy en la Moncloa pactando con CiU, aun a costa de nombrar ministro a Durán Lleida, el amigo “democristiano” que financiaba su partido con aportaciones de Pallerols y otros propietarios de centros de formación de parados que recibía dinero de la Generalitat.

Cuando se habla del “clan de Valladolid” suele omitirse al propio Aznar y a su esposa Ana Botella. Él parece distraído, tan distante como siempre, pero como si padeciera vejez prematura que solo asoma en el bigote ese elemento que no se puede teñir.

Si le preguntan por los enfrentamientos en el PP, suelta eso de “no entiendo, no entiendo”, como haciéndose pasar por un jubilado a punto de tomar un autobús del Inserso. ¿Pero a quien engaña el suegro de Agag? Ni las pulseras, dignas de adolescente enamorado tras veraneo en Ibiza; ni las referencias a su tercer nieto Pelayo, le van a presentar como ajeno a los planes del clan. Sin Aznar, los Mamelucos son actores de tercera.

Por otra parte, el grupito de los “amigos liberales” (con perdón de John Locke) se ha estrechado. Por eso ahora pesan más Miguel Ángel Cortés, a quien Aznar le debe hacerle ministro, y cuyos enredos cortesanos en la Corte del bigotes darían para una serie más larga que “Yo, Claudio”; y Carlos Aragonés, el otrora jefe de gabinete de Aznar, una especie de hechicero que teletransportaba al Mesías-mostacho del rancho de Crawford, a la montaña revelatoria del cuaderno azul. Parece que se está rodando una especie de remake o segunda película de aquella que les unió en la Junta castellano-leonesa.

Del “clan” se han despegado la pareja Pilar del Castillo- Guillermo Gortázar, José María Michavila y otros como Arturo Moreno cayeron éste por culpa del caso Naseiro.

Si Rajoy puede montar gobierno de los populares, veremos de nuevo los estiletes del “clan” como en sus mejores tiempos.. Pizarro no parece de los que se dejan quitar la cartera. Es decir, sería vicepresidente económico . Sin embargo, queda por definir una pieza de caza mayor: la vicepresidencia política del Gobierno. Se vislumbran tres equipos en liza. Por un lado los “boomers” o hijos del “baby boom” en el que integran la encantadora Maria San Gil; el gallego Alberto Núñez Feijoo; el valenciano Paco Camps; el andaluz Juan Ignacio Zoido o María Dolores de Cospedal, tienen pocas posibilidades. El segundo grupo se arremolina en torno a Ángel Acebes, tras él Michavila, Gabriel Elorriaga o Miguel Arias Cañete. El último candidato sería Zaplana con Pedro José Ramírez y Fedeguico Jiménez Losantos, de avalistas. La última palabra, la tendrá el “clan” como si fuera el jurado de Gran Hermano.

La defenestración de Alberto Ruiz-Gallardón apartándole de las listas del Congreso tampoco es ajena al clan. “Enemigo que se equivoca, puente resbaladizo” esa podría ser la máxima. ¡Qué bueno!. El hombre que les dio la espalda con la conspiración del 11-M; el que hizo aquel feo informe sobre las vergüenzas del viejo tesorero llamado Rosendo Naseiro…. de pronto amenaza con dejar la política. Además, si alguien tiene que sucederle, sería Ana Botella.

Encima, como son buenos conocedores de los resortes y dependencias del partido, el “clan” ha sacado provecho de esa inmolación generosa practicada por la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, para evitar que Alberto Ruiz-Gallardón

Rajoy puede desgañitarse a contar lo del compromiso con los ciudadanos –tanto del alcalde Gallardón, como de Esperanza Aguirre– pero en sus listas va una concejal de Madrid, Eva Durán, bastante próxima a Aguirre, el alcalde de Burgos o Teólifa Martínez y así hasta seis cabezas de lista que son alcaldes del PP ¿Esos no tienen compromiso con los electores?

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