(PD).- Están nerviosos en Moncloa y han tenido que tirar de nuevo de las viejas glorias de la cultura española, siempre dispuestas a devolver los favores. Con lo que seguro no contaban las mentes pensantes del PSOE es que los titiriteros no sólo no iban a tener el tirón esperado sino que iban a funcionar de revulsivo. Y mucho a tenido que ver que éstos aprovechasen la presentación de su Plataforma para dedicarse a insultar, llamando «imbéciles» a los que no piensan como ellos. O sea, media España.
Fue el director de cine José Luis Cuerda el encargado de leer el manifiesto que solicitaba con descaro una victoria socialista en las elecciones de marzo para que «no vuelva la turba mentirosa y humillante, que piensa, desde su imbecilidad, que todos somos más imbéciles que ellos», en clara referencia al PP y a quienes lo apoyan.
De este modo, la misma izquierda que durante el segundo mandato de José María Aznar ejecutó las campañas de agitación, llenas de violencia verbal y física, de la LOU, el Prestige y la Guerra de Irak y, por último, violó la propia jornada de reflexión electoral, reaparece en un momento que intuye decisivo para mantener sus privilegios con idéntico grado de agresividad al que exteriorizó aquellos días, según recuerda El Semanal Digital.
El Partido Popular, Mariano Rajoy a la cabeza, ha sabido reaccionar ante esta arremetida de los titiriteros de riñón cubierto por la subvención. Pero, ¿acaso no sería necesaria una respuesta a éstas gentes que de la manera más antidemocrática y barriobajera se dedica a insultar a el que no piensa como él?
Quizá, una Plataforma o una iniciativa forzar una disculpa sería necesaria, utilizando, por ejemplo, el método de firmas en Internet.
No se trata de pedir represalias contra los artistas e intelectuales subvencionados. Lo que habría que esperar y exigir es que el centroderecha político descubra en su propia base social que hay otros artistas y otros intelectuales distintos a los que el poder político y mediático ha consagrado durante décadas en nuestro país, en muchos casos sin méritos objetivos que lo justifiquen.
Insultos y burlas contra medio país; un presidente del Gobierno que se deja fotografiar haciendo el signo de la zeta en la ceja y confunde alegría con falta de dignidad, con la que no sólo se rebaja a sí mismo, sino que ofende a quienes debería representar en la alta posición institucional que ocupa: es el final de una legislatura que empezó de la peor manera posible y en la que España ha pasado por momentos bien amargos.