La «Fórmula Z» de Pepiño Blanco tiene anonadada a la vieja guardia del PSOE

(PD).- O sus asesores han decidido arriesgar o el candidato socialista ha apostado por la modernidad. El resultado es el mismo. Ahí están, a la espera de que el marketing ratifique las esperanzas.

Como explica Ricardo Rodríguez en Elsemanaldigital que ya están los dos principales protagonistas en la pista de salida: Mariano Rajoy, que perfora a diario el guión de la precampaña electoral con ideas y propuestas que acarician y excitan a la opinión pública, y José Luis Rodríguez Zapatero, que es prácticamente inabordable, precisamente porque evita la confrontación de programas para contraponer identidades sociológicas, izquierda versus derecha, el optimismo frente al mal fario.

La estrategia fue nítidamente escenificada este fin de semana en la plaza de toros de Vistalegre, una de las islas socialistas que quedan en el océano de Esperanza Aguirre. Y estuvo muy concurrido: tan concurrido que fue exhibido, agasajado y ovacionado a conciencia Felipe González; y muy familiar: tan familiar que acudió Sonsoles, que sólo se deja ver en las citas del PSOE cuando la ocasión lo merece. Todo entre mucha foto, mucha sonrisa, mucho aplauso y toques americanos en la escenografía.

Zapatero se apareció a los fieles y se desgañitó durante más de una hora pidiendo el voto, rozando el entusiasmo cuando vendió la «mirada positiva» y la «altura de miras» e instó a «defender la alegría». Es su balance: un país radiante. Y lo sería mucho más si no tuviera enfrente al PP, el único adversario que identificó, y para combatirlo pidió que le aumenten la mayoría. No la reclamó para gobernar sin la coacción de los nacionalismos, sino contra la obstrucción de Mariano Rajoy. Ése es el enemigo.

Para combatirlo, el candidato del PSOE utilizó un «no me callo» ante una derecha que dibujó como «xenófoba», «machista», «homófoba», «fundamentalista» y «rencorosa, que llena de chapapote la vida pública con insultos y descalificaciones». A medias gobierno, a medias partido, no presentó nada que hiciera sombra a las ofertas programáticas de los populares. Le basta con apabullarlos, con atizar en el hígado a Rajoy hasta reventárselo, que es lo que hacen los boxeadores para intentar dejar KO al contrario, y, a la vez, apelar al corazón socialista. Zapatero se mueve en los grandes conceptos y le cuadra.

Ése es el mandato, con señal de ceja incluida. Siendo precisamente las cejas el rasgo más característico del físico del jefe del Ejecutivo, el gesto –lanzado por los propios expertos en marketing y publicidad electoral del PSOE- puede terminar compitiendo en éxito con el acrónimo ZP (Zapatero Presidente). A efectos propagandísticos, «más que una gestión, un guiño puede ganar una campaña», sostiene a Elsemanaldigital.com uno de esos estrategas. Es difícil, o al menos agotador, para Rajoy razonar en contra, porque el pensamiento de Zapatero no se basa en argumentos, sino en actitudes o eslóganes.

De cara al 9-M lo que importa a los estrategas socialistas es marcar estilo y, ya puestos, abanderar la sonrisa y la alegría… frente a lo otro. Esto es, que el agua es a los peces lo que la crispación al Partido Popular. Obsérvense las vallas publicitarias en las que junto a Zapatero no se habla precisamente de política: «Motivos para creer… Soñar con los pies en la tierra… Comprometidos con la igualdad».

El catálogo del zapaterismo es transparente, incoloro e insípido, inocuo y vacuo, pero va en busca de la complicidad. Toca vender al partido y al candidato como productos comerciales y ahí carecen de cabida las hipotecas, las cestas de la compra, la casa que ansía el joven o los agobios diarios de gentes de todos los días. Los expertos coinciden en que ganará las elecciones el líder que simple y llanamente inspire más confianza. Por eso, la campaña socialista puede buscar la frescura, tener rasgos de calidad publicitaria, pero, para que no falte de nada, cada paso va encaminado a destruir al adversario.

Resulta ciertamente desalentador descubrir la pobreza del socialismo, que ha renunciado incluso a sus símbolos: antes levantaban el puño, ahora hacen las ^Zejas^. Una palabra, por cierto, en muchas de las bocas de la barrida vieja guardia: «¡Alucinante!». Porque para este viaje no hacían falta alforjas, ni un partido vertebral en la atormentada historia de este país, ni siquiera Pablo Iglesias

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