Tras deshojar la margarita de su futuro político y decidir continuar al frente del PP, Mariano Rajoy ha dejado entrever que afrontará este reto rodeado de la gente de su total confianza. Rodarán cabezas para dar paso al «equipo» de Rajoy. El gallego se ha puesto chulo pero no menos cierto es que le espera una daga en cada esquina.
Rajoy decidió optar por revalidar su liderazgo convocando el XVI Congreso Nacional del PP y todos en el PP respiraron aliviados. No era el momento de iniciar una traumática sucesión sino de cimentar un proyecto político exitoso. Si Rajoy hubiera decidido «tirar la toalla», se estaría sentenciando al PP a estar “ocho años en la oposición”. Tocaba apoyar a Rajoy y el los barones del PP se volcaron con él. Pero no quiere decir que de aquí a 2012 Rajoy lo vaya a tener fácil.
Es cierto que no asoman rivales dentro del partido. Esperanza Aguirre, la mejor colocada para la sucesión, anunció que no rivalizará con Rajoy por la candidatura del PP a La Moncloa. Lo dijo el martes en el propio Comité Ejecutivo, donde el presidente del PP anunció su candidatura, y lo volvió a confirmar ayer, en rueda de prensa. La presidenta de Madrid, que fue muy explícita en su apoyo a la candidatura de Rajoy, admitió, no obstante, la dificultad que entrañaría cualquier otra alternativa.
El secretario ejecutivo de Comunicación del PP, Gabriel Elorriaga, declaró en Onda Cero que «no es fácil pensar» que surjan candidatos a la Presidencia del Gobierno en el congreso nacional, al menos entre los «líderes más conocidos» del partido, aunque insistió en que «los estatutos» de la formación «son muy abiertos» y «establecen unos requisitos realmente mínimos, con un número realmente pequeño de avales».
El resto de los barones se mostraban aliviados: «Nosotros no somos Llamazares», decía un presidente autonómico, y añadió: «No podíamos servirle en bandeja a Zapatero un partido abierto en canal». «Rajoy ha hecho lo que tenía que hacer por el bien del partido y lo contrario habría sido una locura», apuntaba, «sea cual sea el resultado al final de la legislatura».
Pero, como advierte Ignacio Camacho en su columna de ABC, en su propio entorno tampoco va a encontrar exceso de cariño. De aquí a junio veremos hasta qué punto Rajoy pretende afrontar el futuro o tan sólo ganarse tiempo a sí mismo.
Y hay varias encrucijadas muy peligrosas: elecciones europeas, gallegas, vascas, municipales y autonómicas. Un tropiezo y saldrán de debajo de las piedras los trabucos y las navajas cachicuernas. Y los idus de marzo serán idus de mayo, o de junio, o de noviembre. Rajoy se ha puesto chulo -«esto es lo que hay»- a sabiendas de que en el PP no existe costumbre de confrontaciones congresuales y están prohibidas las primarias, pero le espera una conjura tras cada cortina.
Los nombres que circulan para formar nuevo equipo son Pío García Escudero y Soraya Sáenz de Santamaría en reemplazo de Ángel Acebes y Eduardo Zaplana. Martín Ferrand cree que si Rajoy, rodeado de nuevas y mejores compañías, «es capaz de entender que, además de Madrid, España tiene otras dimensiones y realidad, campeones tan capaces como Esperanza Aguirre o Alberto Ruiz-Gallardón, habrá dado en la diana y, en 2012, tendrá suficiente con diez millones de votos, o superará su cuota presente, para conseguir la victoria que esta vez se le escapó de las manos».
Queda el interrogante sobre qué valores y principios defenderá el nuevo equipo de Rajoy. Un Partido Popular a imagen y semejanza del PSOE es una tentación suicida que dejaría al PP en dique seco. A Rajoy le toca defender sin complejos los valores de la derecha liberal. Y su equipo debería ser el primero en entenderlo para poner en circulación un nuevo mensaje que se traduzca en la ansiada victoria.
