El canto de González Pons con Arístegui de marcha con el «chiki-chiki»

(PD).- Algunos lectores han manifestado estos días no entender que nos hayamos pasado cuatro años pidiendo a Rajoy apartarse de Acebes y Zaplana y, precisamente, cuando lo hace, en lugar de mostrarle satisfacción y apoyo, le recriminamos.

Llevan razón. Una y otra vez, en el Elsemanaldigital.com y quien esto escribe (Antonio Martín Beaumont) han señalado el lastre del PP por tener en lugares tan visibles a personas con una imagen tan averiada. Por ello, ahora, a Mariano Rajoy no se le critica dejar en el camino a ambos políticos, claro que no. Se le critica haberlo hecho dos derrotas tarde.

Sería una enormidad decir que Rajoy perdió sólo por culpa de Acebes y Zaplana el pasado 9 de marzo. Pero, es posible afirmar que la derrota electoral estuvo marcada por las mismas razones que llevaron al número uno del PP a no prescindir, cuando debía, de su número dos y tres. Es decir, considerar que el 14 de marzo de 2004 se perdió por accidente, se pagaron las cuentas de otro y que tanto él como quienes le acompañaron merecían otra oportunidad que les devolvería al poder.

Y la tuvieron. Rajoy tuvo su segunda oportunidad al frente de la «generación Aznar» -aquella que empezó a fraguar su leyenda un día de finales de los ochenta en Valladolid rompiendo las VISA oro de los altos cargos de Castilla y León-, pero los españoles ya habían resuelto cerrarle sus puertas en 2004. El cambio de ciclo mostró su cruel rostro a una generación política que cargada de vapores de poder decidió probar la cicuta sobre los huesos de Felipe II en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial el verano de 2002.

Ahora a don Mariano le toca –quizá- prestar su mejor servicio para un gran partido que le ha dado todo durante los últimos veinticinco años: facilitar la ordenada llegada a Génova del «mirlo blanco».

No es la primera vez que escribo aquí sobre mirlos. Son unos pájaros que me encantan. Y la búsqueda del mirlo blanco me parece fascinante. Así es. Sin embargo, los mirlos que abundan por estas tierras son tordos. Me los encuentro a diario porque vivo en medio del bosque. Pero cada tordo trina distinto. De ahí que hallar la excelencia del mirlo blanco sea cosa más de oído que de vista. Créanme.

Rajoy, me consta, sabe escuchar. Y «responsabilidad, sensatez y sentido común», jamás le han faltado. Me alegra que Esteban González Pons vaya a estar sentado después del 22 de junio a su lado. No creo que vaya a ser ni su secretario de actas ni su chófer, que también se sientan al lado del gallego. Gustavo de Arístegui, estas noches, puede dormir algo más tranquilo: Mariano Rajoy, de momento, no ha elegido a Rodolfo Chikilicuatre. Templemos las gaitas.

La liturgia «rajoyista» sigue su marcha «tacita a tacita»: las tertulias estarán entretenidas una semana, por lo menos. Aunque por el horizonte llegan los nubarrones grises de Juan Costa que amenaza con volver a tirar la toalla. En la cabeza de Rajoy bullen a estas horas los nombres para completar su idea de partido: Ana Mato, Juan Carlos Vera, Pío García Escudero…. Gente trabajadora, disciplinada, que apaga la luz de las sedes cada día, del PP de toda la vida, como González Pons. Es el marianismo. Todavía recuerdo el último mitin del PP en la plaza de toros de Valencia cuando Rajoy dijo mirando a González Pons: «Esteban, tú estás para dirigir». Luego llegó la ensordecedora e inevitable estando en aquella tierra traca final. Con todo, buen oído, entre tanto ruido.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído