(PD).- El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, el más firme aliado que en estos momentos tiene el líder del PP Mariano Rajoy, reaparecía este lunes en Madrid, en el Foro de ABC, no para pedir nada como ocurrió en otro acto similar después de las municipales cuando se postuló para las listas del Congreso de los Diputados, sino para hacer un auténtico “discurso de Estado”, casi un “discurso de investidura”, el discurso que debería haber hecho Mariano Rajoy inmediatamente después de presentar su candidatura a la reelección en la Presidencia del PP.
Escribe José Oneto en EstrellaDigital que, quienes pensaban que Gallardón, en sentido figurado, iba a salir del armario y revelar cuáles eran sus planes con respecto a un Rajoy que le vetó hace meses de las listas al Congreso, se vieron desilusionados, ya que dijo que ni era el “tapado” para sustituir a Ángel Acebes en la Secretaria General del Partido, ni había pedido nada. Sin embargo no aclaró si le habían ofrecido algo.
Eso sí, hizo un discurso bien articulado que partía de lo que se había conseguido durante su mandato como presidente de la Comunidad madrileña primero y, como alcalde después, hasta convertir la capital española en la tercera ciudad de Europa, después de Londres y París, la cuarta plaza financiera del Continente y uno de los diez principales centros de negocios del mundo, con una multiplicación del PIB dos veces y media, un aumento de población de un 17%, una tasa de actividad de once puntos más, hasta llegar al 64% actual, y una reducción del desempleo del 21,1%, al 6,6%.
Con estas credenciales Gallardón ha presentado un auténtico programa político, con ambición de país, en unos momentos de “desaceleración económica” y no de crisis, ha insistido, y cuando hay que abordar el cambio de modelo económico para conseguir un liderazgo que se corresponda con la situación de España como octava potencia del mundo.
Para ello, hace falta el Partido Popular, un partido con un discurso integrador y de acuerdo con todas las fuerzas políticas y los territorios, acuerdos a los que hay invitar a los partidos nacionalistas. En vez del discurso de la unidad de España y la bandera, que ha prevalecido durante la anterior legislatura, Gallardón ha propuesto un discurso de diseño de un proyecto sugestivo de vida en común en el que participen todos y desde el centro del espectro ideológico, un centro con vocación reformista distante de todo conservadurismo y más aún de cualquier “actitud doctrinaria”. Eso sólo puede hacerlo, según Gallardón, el Partido Popular y debe liderarlo Mariano Rajoy.
Gallardón, que ha repetido una y otra vez que no le ha pedido nada a Mariano Rajoy, que sólo tiene como objetivo seguir siendo el alcalde de la capital española, y conseguir los Juegos del 2016, no ha querido confirmar si aceptará algún puesto en el equipo del actual presidente.
Es más, ha justificado el silencio con el que el presidente del PP lleva las negociaciones para la formación de ese equipo, ya que hasta el congreso de Valencia es lógico que no lo haga público. Porque no se sabe si habrá vicepresidencias, vicesecretarías u otros órganos distintos a los de ahora.
El apoyo y la solidaridad de Gallardón es la única buena noticia que ha recibido Rajoy en las últimas semanas… Asediado por el círculo mediático que ha pasado de pedir el voto para él, a una durísima campaña llena de descalificaciones, e incluso de insultos; puesto en duda su liderazgo, nada más y nada menos que por la presidenta del PP en el País Vasco, que ha llegado a afirmar en público que no se fía de él; reconvenido en cierto modo por el propio José María Aznar, que se ha sumado a las tesis de María San Gil al insistir por primera vez desde la tribuna de FAES que “la confianza y la esencia de los principios son esenciales”; abucheado en público el pasado domingo mientras partidarios de Esperanza Aguirre pedían su dimisión, solamente ha encontrado algún consuelo en las palabras de apoyo de Gallardón que, con prudencia y midiendo muy bien su jugada, ha decidido seguir dentro del armario, sin revelar sus verdaderos planes a corto, medio y, sobre todo, largo plazo…
