Las contorsiones de Zapatero

Las contorsiones de Zapatero

(PD).- Como el tío de las previsiones del Gobierno, ese desconocido fenómeno, pronostica el futuro con tres meses de retraso, el Ejecutivo acaba de tomar las medidas anticrisis que debía haber decidido en mayo. Para cuando entren en vigor o resulten efectivas, en 2009 ó 2010, la realidad habrá vuelto a sacar dos semestres de ventaja a los cálculos del futurólogo, que ayer se enteró por las estadísticas oficiales de que el crecimiento que había previsto para el trimestre recién concluido era bastante más bajo -rozando el cero- que el que en abril predecía su agrietada bola de cristal opaco.

Cuenta Ignacio Camacho en ABC que «al Gobierno le da igual; sigue pensando que la crisis está fuera de su alcance, que es un bucle cíclico del capitalismo internacional, y lo único que le interesa es producir la sensación de que actúa. El que quiera milagros que se los pida a la Virgen de agosto».

Cuando un Gobierno se enfrenta a una situación en la que no cree, no se sabe si es mejor que tome medidas o que sea fiel a sí mismo y permanezca de brazos cruzados. Ayer, el Gabinete de Zapatero decidió un par de cosas que en principio resultan inobjetables, como la supresión del impuesto de Patrimonio o la aceleración de los plazos para los informes medioambientales de las obras públicas, pero ocurre que en el primer caso se trata de una medida ya prevista, y en el otro queda flotando la duda sobre por qué no se había hecho antes. Si esos plazos se podían reducir sin quebranto, resulta incomprensible que se mantuviesen en su duración dilatada, bloqueando la licitación de concursos. Una de dos, o nos engañaban antes, o nos engañan ahora.

En todo caso, el fin primero y último de la sesión extraordinaria de ayer en el Consejo de Ministros es el de ofrecer la impresión de actividad y preocupación, tras una etapa de quietismo que ha provocado una fuerte decepción de la opinión pública. La política moderna consiste sobre todo en parecer; un diseño de gestualidad cosmética en el que los problemas no se resuelven, sino que se rodean de una aparencialidad de activismo. El Gobierno suspende sus vacaciones para darse por enterado de la crisis y aparentar dinamismo en los vacíos noticieros veraniegos; sus respuestas son de alcance mínimo pero al menos le ha ganado el tirón a una oposición que sigue con el turno suplente de guardia.

En septiembre, el tío de las previsiones sacará un cuadro macroeconómico superado desde julio, y el presidente hará con él un balance optimista de un futuro que ya será pretérito. Pero para entonces ya habrá otros jaleos en la agenda; los presupuestos, la financiación autonómica, el referéndum de Ibarretxe, el lío del poder judicial, la ampliación del aborto, quizá una sentencia sobre el Estatuto de Cataluña. Ruido con el que abrir los telediarios y acolchar los ecos de una posible recesión que el poder admitirá con tres meses de retraso.

Los diarios económicos advierten de que en el INEM hay demanda de titiriteros y contorsionistas; será para entretener a los despedidos y ayudarles a superar la crisis contemplándola, como el Gobierno, cabeza abajo.

VÍA ABC

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