La política nacionalista de Zapatero se resquebraja

La política nacionalista de Zapatero se resquebraja

(PD).- Dos años es tiempo suficiente para llegar a un acuerdo de financiación; sin embargo, la coyuntura política, económica y, sobre todo, electoral ha conseguido que este sábado acabase el plazo marcado por el Estatut sin un convenio entre Generalitat y Gobierno sobre el sistema de financiación catalán. Zapatero ha intentado, sin éxito, contentar a todas las partes y no ha conseguido sino avivar unos nacionalismos que podrían bloquear las políticas del Ejecutivo para una legislatura que acaba de comenzar.

Obsesionado por no seguir ninguna directriz similar a la de su antecesor, Zapatero ha mantenido una política de apaciguamiento con los nacionalistas, no sin cierto cinismo electoral. Prometió que aprobaría lo que saliera del Parlamento catalán sin juzgar las consecuencias lo que provocó una grave crisis para el ‘Govern’ de entonces, dirigido por Pasqual Maragall. Sólo la promesa de mantener los plazos fijados por el Estatut para negociar la financiación autonómica y la cabeza del entonces ‘president’ de la Generalitat salvaron la situación.

Cierto que la política del PP respecto a los nacionalistas durante su segunda legislatura resulta discutible y fue responsable, en parte, del auge de ERC en las siguientes elecciones. Pero Zapatero, lejos de aprender de los errores del anterior Gobierno, sólo ha mostrado una voluntad de diálogo insuficiente y quizá errónea ante las inalcanzables exigencias de los nacionalistas catalanes. Este afán de contentar a todo el mundo, lejos de conseguir su objetivo, ha avivado los nacionalismos y han mostrado el cisma existente entre el PSC y el Gobierno central.

Ahora es momento de llegar a un acuerdo con los nacionalistas catalanes sin despreciar los intereses del resto de comunidades y, más importante, con una capacidad de maniobra tremendamente limitada tras perder en esta crisis el colchón del superávit. Además, con un tripartito roto y Montilla herido, su supuesto aliado en la Generalitat es ahora un escollo difícil de solucionar. Las encuestas cada vez otorgan más ventaja a CiU que ve en la financiación una oportunidad única para hacerse con un trozo del pastel.

El presidente catalán, por su parte, no atiende a razones y se ha convertido en un pelele de sus propias ambiciones. Obligado por lealtad a seguir las directrices de su partido, Montilla ha jugado a dos bandas hasta quedar atrapado y amenaza con vetar los Presupuestos del Estado si no se alcanza el tan ansiado acuerdo de financiación. Contando con que los 25 diputados que el PSC mantiene en el Congreso son imprescindibles para el PSOE queda habida cuenta de las verdaderas intenciones del presidente catalán.

Ni en los peores sueños podría haber imaginado Zapatero una salida similar de un compañero de partido; ni siquiera con Maragall, cuyos devaneos nacionalistas ponían de los nervios a los antiguos ‘barones’ del partido. Esta situación pone de manifiesto la incapacidad de Zapatero para integrar a los nacionalismos; en cambio, ha avivado las diferencias hasta pasar de la negociación al chantaje. El presidente no ha visto, o no ha querido ver, que la única política posible ante unos regionalismos cada vez más insaciables e insultantes es la del consenso con el segundo partido más votado, aunque éste parece dispuesto a cometer los mismos errores.

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