Montilla, el gran ‘president’

Montilla, el gran 'president'

(PD).- Zapatero no ha aprendido los peligros de un charnego con poder. No lo hizo con Carod, y casi le cuesta lo suyo, y le ocurre lo mismo con Montilla, al que colocó para cribar a los maragallistas del PSC y que ahora puede bloquearle los Presupuestos. El actual president, como hiciera de Córdoba a Cataluña, ha viajado desde la izquierda radical hasta el elegante confederalismo de los socialistas catalanes.

Montilla nunca gustó en el PSC, pero a base de paciencia y esas artimañas tan valoradas en los partidos fue situándose dentro del organigrama socialista a espera de su oportunidad. Y no la desaprovechó. Avalado por el mismísimo Zapatero, aterrizó en la cúpula del PSC con el objetivo de desterrar todo aquello que oliera a Maragall, desahuciado por el afán del presidente de «integrar» a los nacionalistas menos moderados.

Ahora, ese cordobés despreciado por los socialistas catalanes controla diputaciones, ayuntamientos y la Generalitat; incluso los medios entran por el aro y. al que no, le aplica el CAC. Un president que dista de aquél que criticaba las políticas lingüísticas de Pujol y apelaba al españolismo para desmarcarse del nacionalismo conservador de CiU.

Pero Montilla ha cambiado. Ansía el poder por encima de todas las cosas y ahora sólo piensa en mantenerse. El acuerdo de financiación autonómica ha mostrado su verdadero yo; un Montilla cautivo de los nacionalismos y que, lejos de demostrar su autoridad en la Generalitat, se ha dejado llevar por los amiguismos hasta el punto de plantarle cara a su principal valedor e insinuar un posible veto a los Presupuestos.

Zapatero ve comprometer su gobernabilidad y ha buscado una salida por la vía rápida y, por lo tanto, menos prudente. El acuerdo de última hora con ICV ha salido muy caro y muchos en el PSOE empiezan a ver a CiU como la solución desesperada para salir del atolladero aunque Mas se ha alineado con un tripartito que se deshace en busca de ese trozo de tarta que siempre han tenido pero al que no pueden hincarle el diente.

Los catalanes por su parte siguen de vacaciones en los pueblos de sus padres, es decir, Extremadura y Andalucía, sin saber que cuando vuelvan, no reconocerán al nuevo Montilla.

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