Ecologistas, la queja y… la caja

(PD).- Nos sale la Razón por las orejas, hemos alcanzado las más altas cotas en Ciencia y Tecnología, pero seguimos presos de la superstición. Tal vez la más característica de estos años sea el cambio climático.

Un Apocalipsis green, que lleva un Jeremías incorporado (Al Gore) y unas plañideras francamente pesadas (los ecologistas). Sería para tomárselo a guasa, si no fuera porque han convertido su cruzada catastrofista en un lucrativo negocio, según informa lanacion.es.

Eso explica que pongan el grito en el cielo, cada vez que alguien osa cuestionar el Dogma del Cambio Climático. Está en peligro no el futuro de la humanidad, ni los casquetes polares, sino algo mucho más sagrado para ellos: la caja.

Ejemplo: ya han fusilado (mediáticamente) al amanecer al checo Vaclav Klaus, a la sazón presidente del país centroeuropeo, por publicar el libro Planeta azul pero no verde, en el que desenmascara a los farsantes del ecologismo.

Cuando habría que agradecer al checo que ponga a estos falsos profetas en su sitio. ¿No les parece a ustedes que algo están buscando cuando se desgañitan anunciando un Apocalipsis nunca llega?

Primer caso. En los años 70 se puso de moda decir que en Occidente estábamos como piojos en costura, tal era la superpoblación. Lo decía un artista llamado Paul Ehrlich en un libro titulado La bomba de la población y lo decían hasta en el cine (Cuando el destino nos alcance, protagonizada por Charlton Heston). La idea es que si seguíamos trayendo occidentalitos al mundo, no habría pan para todos. Resultado: tenemos un Occidente sin niños y envejecido. ¿Quién ha salido ganando? La industria del preservativo.

Segundo caso. Al Gore. Un charlatán moderno que se hace de oro vendiendo la biblia falsa del cambio climático (su famoso documental fue declarado fraudulento por los tribunales británicos). ¿Quién sale ganando?

Nadie está negando el cambio climático: la Tierra lleva miles de años alternando ciclos calientes y fríos. Lo que merece estar en la picota son los dogmas acríticos que lo empañan como nube tóxica y que sirven de coartada a cuatro espabilados para vivir del cuento.

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