Y los uniformes de la Guardia Civil… Made in China

Y los uniformes de la Guardia Civil... Made in China

(PD).- Mientras el ministro de Industria pide a los Reyes Magos que traigan a los niños españoles juguetes de fabricación nacional, en un bienintencionado -aunque proteccionista- intento de frenar el avance de los baratos productos de Extremo Oriente, la Guardia Civil se ha ido a encargar sus uniformes a China. Todo por la Patria.

Afirma Ignacio Camacho en ABC que nunca se había visto a un Gobierno tan laico practicar con semejante aplicación el principio evangélico de que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda.

Ocurre que en democracia todo se acaba sabiendo, y se descubre que lo que hace la izquierda es saltarse sus propias normas éticas; mucha retórica de alianza de civilizaciones, de comercio justo, de emancipación de los trabajadores, pero cuando hay que ahorrarse unos euros se cierran los ojos a realidades como la explotación laboral del textil chino, no menos feroz que la de la juguetería.

Salarios de miseria, horarios ininterrumpidos, fábricas hacinadas, un sistema industrial manchesteriano muy poco diferente del que inspiró a Marx su rebeldía contra el capitalismo decimonónico.

Esta práctica de competencia desleal en los mercados de trabajo mal regulados se llama en términos económicos dumping social, y está bastante mal vista cuando la llevan a cabo los torvos empresarios neoliberales a los que Zapatero culpa de la crisis por su desbocada codicia sin freno. Mira por dónde también nuestros adalides socialdemócratas han caído bajo la seducción del feroz mercado global.

Claro, como en España no hay un sector textil competente, es menester irse a Tianjin a comprar las guerreras verdes de la Benemérita. Pero eso sí, los padres españoles, achuchados por las hipotecas, deben regalar a sus hijos juguetería valenciana para cumplir los preceptos del buen ciudadano; jornal para los nuestros, como rezaban los carteles de cierta clásica sombrerería sevillana.

Lástima que las consignas del Ministerio de Industria no lleguen al de Interior, que prefiere proteger los jornales de los chinos (y las chinas, faltaría más) como si los concursos de suministros fuesen las mesas del Domund: diez horas de trabajo diarias, unos 72 euros al mes. El progreso.

El asunto se podría discutir bajo la lógica de la cooperación, y hasta de la globalización, si no mediasen algunos factores incómodos. El primero, la existencia de una industria textil española -con especial relevancia en Cataluña- fuertemente golpeada por la retracción de la demanda.

Y el segundo la inesperada vocación proteccionista y antiimportadora del señor Sebastián, mentor económico del presidente Zapatero, que sugiere desplazar sobre las familias un esfuerzo de consumo patriótico que desatiende su propio Gobierno.

Si no se tratara de un caso flagrante de descoordinación e ignorancia podría pensarse en uno de hipocresía.

El Evangelio, que constituye un excelente código de conducta moral incluso para los no creyentes, no sólo dice lo de la mano derecha y la izquierda: también recuerda San Pablo que la caridad bien entendida empieza por uno mismo.

Y no queda en las Escrituras constancia precisa de que los Reyes de Oriente pagasen aranceles por el oro, el incienso y la mirra.

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