(PD).- «Escuché la noticia al amanecer en una emisora de radio. Vi que más de la mitad de los periódicos, gratuitos y de pago, destacaban la información en su portada y prácticamente todos abrían sus secciones de sociedad o ciencia con amplias informaciones sobre el asunto». Pepiño Blanco no quiere que nos tomemos el asunto a chanza. El semen de los españoles está perdiendo calidad. Esto «debe hacernos reflexionar». Él ya se ha puesto con el tema.
«A primera hora de la mañana, cuando me incorporaba a una reunión, comprobé que era el tema de conversación mientras se esperaba al resto de asistentes. Dos de los presentes, mientras nos servíamos un café comentaban que, en los dos bares donde habían recabado antes para tomar un primer café matutino, era el tema de conversación en las respectivas barras. En la mayoría de los casos derivaba hacia algunas bromas o servía para reivindicar, también en tono jocoso, el “poderío” de unas comunidades frente a otras».
Un domingo azaroso pasó el vicesecretario general del PSOE con el tema, aunque «no pretendo convertirlo en tema estrella».
«Al contrario, me sorprendió que fuera un asunto que mereciera ser objeto central de comentario en tantos lugares. Pero viendo que era de interés, leí más detenidamente la información y comprobé que, más allá de las chanzas que pueda suscitar, el asunto debe hacernos pensar en serio sobre la calidad de vida de nuestro entorno».
Según escribe en su blog personal:
Me estoy refiriendo al estudio realizado por el Institut Marquès de Barcelona en el que se concluye que casi el 60% de los jóvenes españoles tienen semen de baja calidad. Y lo achacan a los niveles de contaminación a causa de tóxicos de origen industrial. Estas alteraciones podrían deberse a la exposición del feto, a través del cordón umbilical, a sustancias tóxicas que influirían negativamente en la gestación.
Estas consecuencias, junto con otras enfermedades en las que los científicos han demostrado que influye directamente el grado de contaminación de nuestro medio ambiente, debe hacernos reflexionar seriamente sobre nuestros comportamientos de vida y el modelo de desarrollo que queremos para el futuro. Nuestra salud, la de nuestros hijos y, estrechamente vinculada a ella, la del medio ambiente en el que vivimos debe obligarnos a no cometer errores que pueden ser irreparables.