(PD).- La monarquía alauita ha hecho de las influencias políticas y la organización de lobbys, un arma esencial de su diplomacia. Desde los tiempos del sultán Mulay Ismail, el Palacio Real ha cuidado con esmero las relaciones personales con todo tipo de personajes influyentes en aquellos países en los que ambicionaba poseer relaciones suficientemente sólidas como para garantizar la permanencia de sus intereses. Invitaciones, fiestas, cacerías, condecoraciones, recepciones y actos sociales, han sido los instrumentos favoritos para afianzarse en España.
En la mayoría de los casos, la familia alauita despliega sus encantos hacia las personalidades, políticas, financieras, altos funcionarios del Estado e intelectuales, más afines con el propio régimen marroquí. Unos por poseer intereses económicos y comerciales bilaterales; otros por su propensión a defender el modo de vida y el sistema monárquico imperante en Marruecos; y terceros, por ser herederos de relaciones ancestrales entre las dos riberas del Estrecho de Gibraltar, según informa El Imparcial.
Nada extraña por lo tanto que se hable de los «amigos de Marruecos en España» citando al ex ministro José Solís, que facilitó el acuerdo hispano-marroquí de entrega del Sáhara español al Reino; de los dirigentes políticos Felipe González, Jordi Pujol, Jerónimo Saavedra o Manuel Chaves, que intensificaron todo tipo de relaciones bilaterales durante sus mandatos; de Juan Goytisolo, escritor afincado en Marraquech; de José Miguel Zaldo, promotor de grandes inversiones industriales en Marruecos; de Alfonso Escámez, que fijó la presencia del Banco Central en Casablanca; de Simeón de Bulgaria, que mientras duró su exilio en España, se sentó en el Consejo de Administración del holding real alauita, ONA; o de Máximo Cajal, el único diplomático español de peso que públicamente se ha atrevido a enfocar el contencioso de Ceuta y Melilla bajo un ángulo histórico, preconizando la polémica co-soberanía sobre las dos ciudades.
Sin embargo, otros «amigos» que Marruecos presenta como tales, son claramente críticos, particularmente en el terreno político y en el de las relaciones bilaterales. Es el caso de Bernabé López, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, o del dirigente del Partido Popular, Gustavo de Arístegui. El gesto alauita de concederles «medallas del reino», es parte de su diplomacia del acercamiento y la mano tendida. Mohamed VI, como sus ancestros, es consciente del peso de los intelectuales españoles en la opinión pública y del papel de los políticos que, aún estando hoy en la oposición, mañana van a dirigir la diplomacia española.
El gobierno español, en cambio, no da muestras de tener una visión de las relaciones a medio y largo plazo. No le da importancia a las influencias y a la constitución de lobbys pro-hispanos en el reino vecino. Por ello, cuando se ha visto obligado a colgar medallas, con motivo de la visita de SSMM los Reyes a Marruecos, ha sacado del cajón la lista de puestos oficiales, y sin pensárselo dos veces, les ha otorgado las distinciones de Isabel la Católica: al rey y sus familiares, al entorno de consejeros, algunos ministros, y a los altos mandos militares y de la seguridad. Expediente concluído.
Pero ha dejado de lado a aquellos marroquíes influyentes, que se han señalado en la defensa de las relaciones bilaterales, en el conocimiento de la lengua, de la cultura o de la historia de España ante sus conciudadanos, o en la promoción de los valores democráticos, fundamento de relaciones sólidas y de futuro. Por ello, al hacer su «lista» de candidatos, La Moncloa se olvidó de Fadel Benyaich, el único consejero y amigo del rey que posee nacionalidad española; de Larbi Messari, hispanista y dirigente del partido nacionalista Isticlal, arduo defensor del entendimiento mutuo; de Elattar Bugaleb, que fue portavoz socialista en el Congreso y, que en su calidad de periodista y militante socialista afín al ex primer ministro Abderramán Yussufi, acompañaba en sus visitas a Marruecos a los dirigentes del PSOE, autor además de uno de los pocos libros editados en Marruecos que abordan las relaciones bilaterales; de Mohamed Bargach, patriarca de una de las familias más influyentes de origen español; de Yahya Tarik, alcalde de Nador, que promovió relaciones entre los puertos de Nador y Málaga, desafiando al lobby pro-francés en el reino; de Ali Lmrabet, periodista hispanohablante y defensor de las libertades y la democracia; y de muchos otros marroquíes, algunos de ellos nacidos en el Sáhara, que estuvieron en el Ejército español, o en partidos y organizaciones de defensa de la hispanidad.
La historia de las relaciones hispano-marroquíes no nace con la llegada al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Y la mejor manera de prevenir las crisis sigue siendo la de cultivar relaciones fecundas.