Rosa Díez: «Quede claro que no es Bush o Sarkozy quien excluye a España: es José Luís Rodríguez Zapatero»

(PD).- La líder de UPyD, Rosa Díez, cree que Zapatero ha convertido España en un país «perfectamente prescindible» en la escena internacional. El Gobierno optó por un perfil tardo tercermundista en algunas cuestiones de política exterior y eso tiene un coste. Ahora ZP se ve solo y quiere estar junto a Bush -el anfitrión que no ha olvidado el desplante de ZP a la bandera norteamericana-, Brown, Merkel, Sarkozy, Berlusconi, Putin y los demás.

Díez ha valorado así que España no haya sido invitada a la cumbre financiera internacional del 15 de noviembre, a pesar de las gestiones que Zapatero ha realizado ante el presidente francés, Nicolás Sarkozy.

A este respecto, la líder de UPyD dijo sentir «vergüenza ajena» por la actuación de Zapatero, al tiempo que añadió que «el respeto y el prestigio internacional se ganan con el trabajo y no haciendo llamadas telefónicas cuando no le han invitado a uno».

Según Díez, «España y el Gobierno tienen que hacer todo lo posible para estar presente en todos los foros», pero añadió que esto se consigue con un «esfuerzo continuado».

«España tiene que convertirse en un socio imprescindible, como lo ha sido durante tanto tiempo», aseguró Díez, quien añadió que lo que ha sucedido es que ha pasado factura la ausencia del Gobierno en todos los foros durante la pasada legislatura.

Este es el texto completo de Rosa Díez en su blog personal:

Todos nuestros actos tienen consecuencias. La ausencia de rigor y la frivolidad con la que se ha dirigido la política exterior española desde que llegó a la Presidencia del Gobierno José Luís Rodríguez Zapatero ha producido una sonora exclusión de España de multitud de foros internacionales en los que otrora éramos llamados a intervenir, más allá de que los reglamentos así lo establecieran. La indolencia con la que el Presidente del Gobierno asiste a las cumbres en las que nuestro país participa por derecho –no depende de la voluntad del convocante, tienen la obligación de llamarnos–, las anulaciones de última hora que ha protagonizado a lo largo de la legislatura anterior, la sustitución del jefe de Gobierno por su Ministro de Exteriores, la bajísima –cuando no nula– participación en los debates sobre los asuntos comunes, ha tenido como consecuencia que ahora mismo España sea considerado un país perfectamente prescindible.

Cuando nuestro país se incorporó a la Unión Europea tuvimos que trabajar duro para librarnos de la imagen subjetiva que tenían nuestros socios respecto de España. El buen trabajo de funcionarios y políticos logró que, en un plazo de tiempo verdaderamente breve, nos llamara a los españoles «los prusianos del sur». Durante años hemos participado activamente en la construcción de la Unión Europea, planteando ideas, sugerencias, propuestas políticas comunes tendentes a que Europa fuera creciendo desde dentro y hacia el mundo como una potencia política. España, con el impulso de sus dirigentes políticos y con el trabajo riguroso de los técnicos, fue, gobierno tras gobierno, dejando un poso de seriedad en todas las cumbres europeas, tanto en las reuniones del Consejo como de la Comisión. España se involucraba en los debates de los común y en las cuestiones particulares que plantearan cualquiera de las partes. Se implicaba a fondo. Fue España quien propuso la creación del Fondo de Cohesión, un fondo que ha ayudado de manera extraordinaria al desarrollo de nuestro país, que ha sido receptor de una parte importantísima de sus recursos. Lo consiguió convenciendo a los países que habrían de ser donantes –principalmente Alemania– de que la cohesión era un instrumento bueno para Europa en su conjunto; y que cuando los países menos desarrollados alcanzaran un nivel de renta superior, los más beneficiados serían aquellos países que estaban en disposición de pasar de donantes a vendedores. La cohesión se ha demostrado, además, como un instrumento imprescindible para la construcción de la unidad política.

Pues bien; todo eso fue así hasta que llegó José Luís Rodríguez Zapatero al gobierno. Más allá de lo opinable, es lo cierto que España en los últimos cuatro años se ha limitado a llevar a Europa nuestros problemas: desde el «lío» de las lenguas hasta el «plan de paz». Y no crean que exagero: España ha dedicado la mayor parte de su tiempo y sus recursos económicos y humanos ante las instancias europeas a tratar de conseguir que tanto en el Parlamento, como en el Consejo o la Comisión se admita que los ciudadanos españoles puedan expresarse o dirigirse a ellos en cualquiera de las lenguas españolas que son cooficiales en alguna de nuestras Comunidades Autónomas. O sea, nuestro Gobierno se ha dedicado a defender que en el Parlamento Europeo se haga realidad lo que no es posible ni en el Senado ni en el Congreso de España. Les ha aburrido tanto a todos que han terminado aceptando que se puedan dirigir por escrito en el idioma que quieran, siempre que España pague la traducción de la pregunta y la respuesta, lo que no deja de ser un auténtico despropósito. ¿O acaso todos los españoles no conocen la lengua común para que estemos dispuestos a que se la traduzcan a otra que no es más propia que la que es de todos?

Qué contarles de lo que fue el debate sobre el «plan de paz». Meses de trabajo diplomático para que los mismos políticos a los que se les había convencido de que ETA era una organización terrorista invitaran a la Tribuna de invitados del parlamento Europeo sus representantes rama Batasuna (les habíamos metidos sólo dos años antes en la Lista Europea de Organizaciones Terroristas). Miles de horas de trabajo para convencer a todos los que dos años antes habían sido convencidos de que lo bueno era el pacto de estado era para acabar con ETA de que lo que había que hacer era negociar la paz con ETA, y que los que no queríamos negociar éramos enemigos de la paz.

Qué contarles de los trabajos de Moratinos y compañía para que Europa cambie su posición respecto de la dictadura cubana. Qué contarles del cambio de posición de España respecto de su tradicional política de ayuda al pueblo saharaui y de defensa de las resoluciones de Naciones Unidas a favor de la Autodeterminación del Sahara. Qué contarles del apoyo permanente de España a tipos como Hugo Chávez o personajes similares de América Latina.

Añadan a todo esto –a la insolvencia de la política exterior y europea demostrada durante estos cuatro años– la proverbial apatía de nuestro Presidente para asistir y participar en las cumbres. Añadan a todo esto su escaso interés de nuestro gobierno en explicar en mantener una posición coherente y consensuada. Añadan a todo esto las iniciativas de calado europeo –como la política de inmigración– que España tomó por libre, contra el criterio de la mayoría de países europeos; todo para convertirse ahora en uno de los mayores defensores de la Directiva de Expulsión de Inmigrantes y Deportación de Menores.

Cuesta mucho conseguir el respeto de los demás países. Cuando te lo pierden, cuesta mucho recuperarlo. Eso es lo que le ha pasado a España. De eso es responsable, única y exclusivamente, el Gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero, por su política irresponsable y frívola a nivel europeo e internacional. Este gobierno ha roto la vajilla de nuestra credibilidad; pero los platos los pagamos los españoles. Cuando a España se le ignora y/o se le excluye, se nos ignora y se nos excluye a todos nosotros. Espero que no se nos olvide quien paga la factura de las llamadas internacionales de socorro que sigue haciendo Zapatero para que le inviten a asistir a una cumbre en la que nadie le va a echar en falta.

Yo creo que España debiera estar allí por méritos propios. Pero este gobierno se no se ganado el crédito para que nos llamen. Este gobierno ha convertido a nuestro país es prescindible. Quede claro que no es Bush o Sarkozy quien excluye a España: es José Luís Rodríguez Zapatero quien nos ha expulsado del lugar en el que los ciudadanos de ese país mereceríamos que España estuviera.

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