Rajoy es de los pocos políticos que saben encajar una broma… si es buena

Mariano Rajoy con Esperanza Aguirre
Mariano Rajoy con Esperanza Aguirre

Que tiene sentido del humor, es indudable. Y que es listo tampoco. Y entre las virtudes de Mariano Rajoy, semiocultas por ese aire de opositor aplicado que a veces proyecta, está la de saber aguantar, con una sonrisa, hasta una broma… si es buena.

Cuando la autoestima del presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, estaba viviendo el consabido subidón, a causa de su lúcida intervención ante el vicepresidente económico, Pedro Solbes, en el debate de los Presupuestos Generales del Estado, le llegó la hora de hacer frente a la consumación del grave órdago del presidente de UPN, Miguel Sanz, rompiendo uno de sus dos diputados la disciplina de voto del Grupo Parlamentario Popular.

A pesar de que hace el pasado día 13 el comité ejecutivo del PP proclamó que la abstención supondría que UPN actúa claramente en contra del pacto de colaboración de 1991 y provocaría la ruptura unilateral por parte de los foralistas, Rajoy no consumó este jueves la amenaza y optó por una fórmula más suave y suspendió las relaciones, y no con Unión del Pueblo Navarro sino con su «actual dirección», es decir, con Sanz.

Un piadoso eufemismo que Génova puso en circulación con la esperanza de minimizar los daños colaterales a la espera de que el sustituto del actual presidente navarro sea en el congreso de los regionalistas la alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina, con quien la cúpula del Partido Popular mantiene unas buenas relaciones y con quien negoció hasta los términos del comunicado emitido. Quedan los puentes abiertos.

Claro que, en las siguientes horas, Mariano Rajoy no ha podido evitar cierta guasa en algunos medios de comunicación por la fórmula elegida para congelar la relación con UPN a la espera del adiós de Miguel Sanz. A no pocos lo de «la suspensión» les ha recordado aquello del «cese temporal de la convivencia» convenida en su momento por la Infanta Elena y Jaime de Marichalar. El propio Rajoy fue preguntado en privado, no sin cierto recochineo, por la coincidencia, de la que al parecer era consciente.

«En efecto, – asintió el líder de los populares ante su interlocutor –, y a día de hoy, más de un año después, siguen sin estar juntos».

Lo cuenta así El Semanal Digital. La diferencia estriba en que Mariano Rajoy asume el eufemismo a la espera de reelaborar su pacto-matrimonio con Barcina, una de las dirigentes foralistas a la que menos le gusta esta crisis, 17 años después de aquel «sí quiero» de Miguel Sanz. Ello le garantizaría no tener que acudir a la creación de un Partido Popular navarro.

Por tanto, todo apunta a que, a partir de ahora, se sucederán las citas discretas entre las dos partes para reelaborar el acuerdo.

Rajoy, sin duda, se arriesga a las críticas internas de quienes creen – que los hay – que ha actuado de forma blanda con Sanz, y por eso deberá dejar de actuar como si fuera la parte débil, y no la fuerte, de la negociación y cortar de raíz cualquier pretensión de UPN de arrancarle una mayor autonomía de los diputados navarros adscritos al Grupo Popular en el Congreso.

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