(PD).- El Salvador ha propuesto que Zapatero traslade las conclusiones de la Cumbre Iberoamericana -que ayer comenzó en este país- a la reunión del G-20.
El presidente lograría así colarse en la conferencia internacional sobre la crisis por una vía imprevista. En un primer momento, Zapatero alegó el peso específico de España para ir a Washington sin que sus argumentos surtieran efecto entre los convocantes.
Luego movilizó a las embajadas para que nuestros socios europeos le procuraran su ansiado billete, pero ni Francia, ni Alemania, ni Gran Bretaña estaban dispuestos a agraviar a Polonia.
Más tarde, viajó a China en busca de un apoyo que no llegó a producirse. Hace unos días, apeló a su papel como destacado gobernante socialdemócrata para justificar ideológicamente la necesidad de su asistencia.
Y ahora podría encontrar un hueco como portavoz de quienes no tendrán voz propia en la conferencia, ya que México, Argentina y Brasil irán por derecho propio.
Ha quedado claro que Zapatero está dispuesto a servirse de cualquier estrategia para lograr su visado, pero no sabemos aún a lomos de qué caballo intentará llegar a Washington.
La cuestión no es baladí, porque compromete la imagen de España. De hecho, existe el riesgo de que Zapatero acabe haciendo de portavoz de una amalgama heterogénea, representando a la vez a países conservadores como El Salvador y a regímenes tan radicales como los de Castro, Morales, Chávez y Correa.
