¿Valen para algo las medidas de Zapatero?

¿Valen para algo las medidas de Zapatero?

(PD).- Acaso el rasgo más desconcertante y pavoroso de esta crisis sea su dimensión inaprensible, refractaria a toda clase de planes y medidas, que engulle con la rapidez y la voracidad de un agujero negro.

Subraya Ignacio Camacho en ABC que la magnitud del crack ha provocado un estado de perplejidad en gobiernos e instituciones que, acostumbrados al mecanismo tradicional de estímulo-respuesta, no acaban de comprender la causa de que sus decisiones carezcan de efecto y se pierdan en el caos como una lágrima arrastrada por la lluvia.

Todas las cábalas, explicaciones y conjeturas esbozadas por los especialistas rebotan contra la terca evidencia de una gigantesca parálisis indescifrable, y los paquetes de iniciativas propuestos por las autoridades se frustran de inmediato con alarmante inoperancia.

La sensación que provoca este fracaso es la de un enfermo terminal que no reacciona a tratamiento alguno, más allá de una leve y efímera mejoría; el organismo económico se ha vuelto inmune y amenaza con un colapso definitivo.

En estas condiciones, algunos gobiernos han optado por jugársela a grandes dosis de inyección financiera de recursos públicos, sin certeza de provocar la reanimación deseada, mientras que otros permanecen atenazados por la desorientación.

Es el caso del equipo de Zapatero, claramente desbordado y sin capacidad de iniciativa más allá de las aspirinas presupuestarias con que trata de calmar la metástasis del desempleo.

La idea de dotar de fondos a los ayuntamientos para pequeñas obras urgentes no es criticable en sí misma más allá de su evidente parecido con el antiguo empleo comunitario de las zonas rurales, pero apenas si constituye un gesto de voluntarismo, como abrir un paraguas en medio de un huracán tropical.

El Gobierno se tragó el superávit con dádivas menesterosas cuando minimizaba la escala de la presentida tormenta, y ahora anda sobrepasado por la dimensión de los acontecimientos. Incapaz de abordar reformas de fondo por el lastre de los prejuicios ideológicos, se conforma con gestos de galería y explicaciones dogmáticas sobre la culpa del problema -el fracaso del neoliberalismo, la política financiera de Bush, etcétera-, que le están proporcionando un cierto respiro político pero pronto dejarán de resultar efectivas ante la angustia de unos ciudadanos que ya no quieren explicaciones, sino respuestas.

Zapatero se juega el crédito en su dudosa capacidad de encontrar soluciones, no en su probada virtud para desplazar responsabilidades. Y eso no lo va a encontrar hasta que no prescinda de clichés ideológicos y se dé cuenta de que en esta crisis no vale más que la eficacia.

El desparpajo pragmático que ha mostrado para voltear sus criterios en casos como el de Repsol-Sacyr-Lukoil -proteccionista por la mañana, liberal por la tarde, intervencionista por la noche- lo ha de aplicar a la hora de tomar decisiones efectivas que hagan moverse el tejido socioeconómico.

Ocurre que tiene poco margen, porque está preso de sus errores previos y el déficit pesa como un fardo de plomo, pero si se sigue negando a actuar sobre los impuestos y sobre el mercado laboral todo lo que haga serán simples cuidados paliativos. Y aun con todo, es probable que tampoco nada de eso funcione; pero en ocasiones como ésta más vale estrellarse por riesgo que por incompetencia.

VÍA ABC

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