«¿Deberían Castilla y León y Castilla-La Mancha cobrar derechos al resto por cederles su lengua?»

"¿Deberían Castilla y León y Castilla-La Mancha cobrar derechos al resto por cederles su lengua?"

(PD).- Cada presidente autonómico quiere imponer su visión. «El mejor criterio, con todo, es el de Pérez Touriño: en su turno de visita, ha pedido a Zapatero que en el reparto de la financiación se incluya el «coste que supone el hecho diferencial de tener una lengua propia». Impresionante. ¿Será que algunas comunidades sólo tienen lengua ajenaSantiago González da en el clavo de una cuestión que se ha convertido en mollar en la España de las Autonomías: La «lengua de cobro/a».

Touriño no se ha molestado en disimular. No sólo acepta las peticiones mafiosas de sus socios nacionalistas sobre la imposición del gallego sino que las fomenta. En la reunión mantenida con Zapatero, el líder regionalista ha propuesto un modelo de financiación que tenga en cuenta el coste derivado de tener una lengua propia. Y del gasto de imponerla.

Según ha reconocido el propio Touriño, el presidente se ha mostrado «receptivo y dispuesto a estudiar la propuesta»; es decir, sí a cualquier propuesta que pueda aumentar el rédito político.

Santiago González hace un atinado análisis de esta cuestión en su columna de El Mundo:

Los castellanos podrían argumentar que el castellano o español es también su lengua propia. ¿Deberían Castilla y León, y Castilla-La Mancha cobrar derechos al resto de las comunidades por cederles su lengua en plan koiné, con el fin de que Montilla se pueda entender con Ibarretxe, y ambos con Zapatero, en la única lengua que los tres dominan aceptablemente? Vistas así las cosas, los comisarios lingüísticos de la Esquerra se convertirían en teddies baustistas de las haciendas castellanas, poniendo la oreja en las bodas mixtas (y en las otras) para oír en qué se hablan los novios y poder cobrar su canon.

Concluye así González:

Y, si los más desasistidos de criterios, los que no tienen renta, ni población, ni lengua propia; comunidades que, por no tener, ni siquiera tengan cambio climático, se dan por satisfechas, empezará a crecer la disconformidad de las autonomías de primera, por falta de respeto al hecho diferencial o por no guardar la debida asimetría confederal. Y vuelta a empezar.

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