La imprevisión de la Ministra de Fomento lleva el caos a Madrid y cierra el aeropuerto de Barajas

(PD).- El aeropuerto de Barajas cerrado durante cinco horas; carreteras nacionales cortadas; los accesos y salidas de la capital bloqueados; autobuses urbanos parados en mitad de las vías; miles de personas atrapadas en la carretera camino del trabajo; coches abandonados por sus dueños en los arcenes ante la imposibilidad de continuar camino.

Y todo consecuencia de una nevada que no llegó nunca a superar los 5 centímetros, pero llevó el caos ayer a la Comunidad de Madrid, tienen atrapados 24 horas después a miles de pasajeros en las terminales del aeropuerto y no fue prevista ni advertida hasta las 7.28, media hora después de desatarse.

La nieve – en buena medida por su llegada sopresiva y la falta de costumbre de la ciudadanía- cortó decenas de carreteras en toda España y llevó el caos a muchos puntos de la geografía nacional.

El temporal atrapó a cientos de miles de personas en sus desplazamientos en hora punta, tanto en Madrid como en sus alrededores. España fue ayer, inopinadamente, un país vencido por la climatología y entregado a las fuerzas de la naturaleza. Sin embargo, no puede decirse que las condiciones atmosféricas fueran catastróficas ni que la tormenta llegara en una época del año fuera de lo común.

En diciembre de 2001, por ejemplo, cayeron nevadas de forma continuada en el centro del país y no se vivieron los problemas de la jornada de ayer. Por supuesto, otras ciudades europeas sufren inviernos mucho más crudos sin la vulnerabilidad que ha demostrado la capital de España. El cierre del aeropuerto de Barajas durante cinco horas lo dice todo.

La comparecencia vespertina de Magdalena Alvarez para tratar de explicar los hechos sólo volvió a confirmar que Fomento está en manos de una persona incompetente. Con su habitual verborrea deshilvanada e inconexa, Alvarez repartió las responsabilidades, acusó a la oposición de utilizar el caso como «arma arrojadiza», se escudó en «una larga serie de circunstancias» para justificar la desorganización y, aunque asumió que hubo «fallos de todos» en las Administraciones implicadas, lo hizo precisamente para concluir que «nadie es culpable».

Así pues, estamos ante un nuevo episodio de la doctrina Maleni, según la cual, ya pueden hundirse los túneles del AVE, ya puede haber cortes mastodónticos de suministro eléctrico, ya pueden detectarse graves carencias en la seguridad aérea, o ya puede quedar el país sepultado bajo la nieve, que nunca hay responsables que paguen por ello. Sin embargo, se mire cómo se mire, estamos ante un monumental despliegue de incompetencia que debería tener consecuencias políticas.

La ministra no fue capaz de explicar, por ejemplo, por qué Aena sólo tiene en Barajas una quitanieves para limpiar sus más de 16 kilómetros de pistas, lo que obligó al Ayuntamiento de Madrid a desplazar sus máquinas. O por qué se colapsaron los accesos al aeropuerto, las entradas y salidas de la capital, y varias carreteras nacionales, pese a que había previsión de nieve.

Tampoco Elena Espinosa, responsable de Medio Ambiente, el Ministerio al que pertenece la Agencia Estatal de Meteorología, dio la cara para dar cuenta de cómo es posible que este centro sólo pronosticara la noche del jueves nevadas débiles y no alertara del temporal hasta las 7.30, a una hora a la que, asomándose a cualquier ventana de Madrid, ya se podía ver que la nieve haría impracticables muchas vías. Eso es precisamente lo que reprochó Rubalcaba a Metereología, y que provocó que este centro saliera a defender su predicción.

Aunque con otro nivel de gravedad e incidencia, la imprevisión también se hizo patente en los servicios municipales y de la Comunidad de Madrid, que no repartieron sal ni con la prontitud ni en la cantidad necesaria para evitar que el asfalto se convirtiera en una pista de patinaje.

Los ciudadanos pagan impuestos para que el país funcione y para que las Administraciones se anticipen a los acontecimientos, no para que vayan a remolque de ellos. Ayer, media España quedó colapsada, no por la nieve, sino por la negligencia de quienes la gobiernan.

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