«A ZP le gusta que los euros que suelta hagan ruido al caer en las calles de España»

"A ZP le gusta que los euros que suelta hagan ruido al caer en las calles de España"

(PD).- Es la política electoralista, la del exceso de autoestima. Aquella que aplica en el nuevo plan de empleo comunitario que los fondos para las obras municipales puedan ser retirados si el ayuntamiento no especifica en un lugar destacado cuánto y a dónde se destina; como señala Ignacio Camacho, es la política de la ‘señalética´.

Subraya el columnista de ABC que «lo primero será el cartel. Con el nombre del Gobierno en letras bien grandes, para que se sepa quién paga; no le vaya a pasar a nadie como a Josep Pla cuando vio encendidas de noche las luces de Nueva York y se preguntaba quién se hacía cargo de tamaña factura».

Prioridad para la firma. Con dimensiones fijadas escrupulosamente con rango de disposición legal: doce metros cuadrados, cuatro por tres, como el dormitorio de un piso de protección oficial. Que se vea claro y desde lejos; a Zapatero le gusta que los euros que suelta -como si fuesen suyos- hagan ruido al caer en las calles de España.

Es condición sine qua non; los fondos para las obrillas municipales del nuevo plan de empleo comunitario -modelo que ni siquiera es nuevo: lo inventó la UCD en los pueblos andaluces de los años setenta, y luego se transformó en el tristemente célebre PER- pueden ser retirados si el ayuntamiento de turno no clava el cartelón de la beneficencia en lugar bien destacado y visible. Las cosas claritas desde el principio, que luego al éxito le salen muchos padres y es menester distinguir el grano de la paja.

Y continúa:

Ese enorme letrero que campeará en las obras de cada repavimentación, de cada polideportivo, de cada glorieta o de cada centro social financiado con cargo al mentado y efímero plan antiparo -doscientos mil contratos en total: la cifra mal contada de desempleados en un mes- es el símbolo prístino de la política zapaterista. Hacer poco pero que parezca mucho.

Un Gobierno de rótulos, de affiches, liviano y bidimensional, sin fondo ni contenido, con la profundidad de una lata de anchoas. Estrategia de neón. Delgada y superficial farfolla de papel brillante y cartón de colores. Una hueca tramoya de chapa sostenida en un andamio.

No se puede retratar mejor ni más fielmente un estilo de gobernar, ni cabe señalar con mayor desenvoltura el fin verdadero de la gobernanza. Política menor agrandada con ampulosidad tipográfica, escasez de ideas rotulada en gran formato. Proyectos que caben en un post-it, firmas que requieren una pancarta. Igual la posmodernidad era eso: convertir la política en señalética.

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