(PD).- Parecía Doctor No: «No lo dije», «no negué la crisis», «no permanecí sentado ante la bandera americana, «no han captado los matices», «no fue así», «no me entiende»… Zapatero pudo comprobar anoche cómo ha cambiado España desde que intervino por vez primera en «Tengo una pregunta para usted», el 27 de marzo de 2007. Si entonces la preocupación fue algo tan trivial como cuánto cuesta un café, anoche los ciudadanos le dieron cera y de lo lindo.
Hubo momentos, allí en el plató, durante los que que el presidente estuvo casi patético, incapaz de hilvanar una respuesta concreta . Ante el evidente enfado de buena parte de los cien ciudadanos escogidos para plantearle sus preocupaciones por el creciente deterioro de la situación económica, estuvo evasivo, milonguero y muy poco creíble.
Las preguntas fueron «al grano» y menos al final, que le pusieron los temas como le ponían las bolas de billar a Fernando VII. La gente no se conformó con «rollos».
Incluso desde la izquierda juvenil, esa misma que le votó en masa en las últimas elecciones, le dieron caña y buen ejemplo fue el joven que hasta le calificó de «hipócrita» por vender armas a países que no respetan los derechos humanos:
«¿tiene usted idea de cuántos civiles palestinos han matado nuestras armas?»
Zapatero intentó anular las preguntas (casi todas sobre el desempleo y la crisis), pero esta vez no le bastaron las «palabras bonitas». Cuando una mujer, que se presentó como ejecutiva, le pregunto «¿Qué es lo que le quita el sueño a José Luis?», él aseguró que duerme bastante bien, a lo que la ciudadana replicó: «¿Qué es lo que usted siente cuando se acuesta con su mujer?»
La respuesta fue de aurora boreal. El presidente, acorralado, contestó que lo que más le preocupa son las cifras del paro y que eso es lo que comenta con su mujer, Sonsoles Espinosa cuando están en la intimidad de su hogar. ¡Virgen santa!
MUY POCAS PREGUNTAS Y NINGUNA RESPUESTA
Explica Gabriel Sanz en ABC que ante esa situación, el presidente del Gobierno, acorralado, sólo acertó a defenderse reclamando «confianza» —más de 50 veces repitió esta palabra—, y diciendo «¡vamos a salir de esta!».
Hubo un momento en que estuvo contra las cuerdas, como cuando varios le acusaron de haber ocultado la crisis hasta pasada la campaña electoral. «Yo no engaño. Puedo equivocarme, pero no engañar», respondió a Javier Elvira, electricista de Pamplona que le reprochó que su optimismo le llevó a iniciar una empresa que se ha ido al traste.En marzo, recalcó, los planes no sólo del Gobierno, sino de organismos internacionales pronosticaban «desaceleración», pero en septiembre una crisis financiera trajo la mayor crisis económica «en 50 años».
La respuesta no convenció a los siguientes en el uso de la palabra, que continuaron lanzando toda clase de reproches al presidente por este asunto. «Usted habla muy bien, ¿pero qué hago yo para dar de comer a mis hijos? Con un tercio de lo que gana usted (89.000 euros) yo mantengo a mi familia», le preguntó Rafael Camps, un autónomo de la construcción de Baleares.
El presidente, que en momentos pareció desconcertado, sólo acertó a decir que en su mente ahora sólo piensa en los desempleados y recomendó al autor de la pregunta que saliera de su pesimismo —dijo que el plan de inversión pública de los ayuntamientos irá a las mismas constructoras de siempre— y que pida ser beneficiario de alguno de los 31.000 proyectos presentados por los más de 8.000 ayuntamientos.
Zapatero negó que tenga 600 asesores mientras el país se desangra —«sólo tengo 77»— y tuvo que defenderse de quienes le acusaron de mentir también en el programa electoral. Un ciudadano le recordó que Rubalcaba dijo en 2004 que España no se merecía «un Gobierno (el de Aznar) que mentía». Negó la analogía y se defendió diciendo: «yo no prometí el pleno empleo, simplemente dije que era un objetivo».
Como recetas, reclamó a la ciudadanía con trabajo a que consuma, «esa es su responsabilidad», dijo, para conseguir que la economía remonte y que logren empleo los más de 3 millones de parados. Y a los empresarios les exigió moderación en el reparto de beneficios y en la cuantía de los salarios de los ejecutivos. Tampoco faltaron metáforas convertidas en recetas para salir de la crisis. La más notable fue, sin duda, que «la economía también es un estado de ánimo».
Eutanasia no ahora
Con respecto al aborto, explicó que «con toda probabilidad» el Gobierno va a llevar a las Cortes una modificación en esta legislatura, «que nos homologue» a los países europeos, que disponen de Ley de Plazos en su mayoría. «Ahora presenta deficiencias».
No obstante, comentó que la sociedad debe hacer un esfuerzo «para evitar un número de embarazos no deseados». Preguntado por la regulación de la eutanasia, respondió que el Ejecutivo no tiene previsto hacer cambio legal «en esta legislatura».
En ese momento del debate, el presentador, Lorenzo Milá dio la palabra a Javier Quevedo, un sacerdote, y al líder socialista se le escapó «¡esto se anima!». El religioso y el presidente del Gobierno se enzarzaron en una discusión que Zapatero calificó de «doctrinal» porque el cura le preguntó si el embrión es un ser humano y Zapatero no respondió otra cosa que «el debate es si una mujer debe ir a la cárcel por abortar».
Zapatero tuvo también la oportunidad de ser censurado por el aumento de venta de armas por parte de un Gobierno que ha hecho de la paz su bandera. Reveló, por ejemplo, que a Israel se le ha vendido por un millón de euros, pero «por los datos que manejo, las armas de España no han servido para matar a ningún palestino».
Una de las últimas preguntas le descolocó porque fue de una joven que le dijo «si usted fuera un ciudadano qué preguntaría al presidente del Gobierno. Tras pensarlo, Zapatero se puso «kennediano»: «¿Qué puedo hacer para salir de la crisis en estos momentos?». Al final sólo pudieron preguntar 27, pero para Zapatero todos «representaron bien» su designación.