Heridos, ilesos, palabras y silencios en el PP

Heridos, ilesos, palabras y silencios en el PP

(PD).- El pasado miércoles, en la reunión interna más importante del PP en los últimos meses, cuando los populares acordaron cerrar filas ante la ofensiva encabezada por juez Garzón -aprovechando la sonrojante corrupción de unos cuantos caraduras con formidables conexiones en el partido-, hablaron 17 personas, algo inédito. Y, sin embargo, en el PP casi están recibiendo más comentarios los silencios de unos pocos, los que no hablaron, que las palabras de los muchos que sí lo hicieron.

Entre ellos, el más destacado es Alberto Ruiz-Gallardón, el alcalde de Madrid, que no dijo ni palabra mientras escuchaba cómo sus compañeros, uno detrás de otro, clamaban contra Garzón, la fiscalía, la policía, el Gobierno, los medios afines a ZP. Todos confabulados para acabar con el PP.

Se pregunta retóricamente Carlos E. Cué: «¿Por qué ese interés?»

Y el periodista de El País se responde a si mismo en la edición de este domingo:

«Porque lo que se estaba jugando en esa reunión, y sigue todavía jugándose en el PP cada día, no es sólo cómo gestionar la peor crisis de imagen del partido en mucho tiempo, con un caso, el Gürtel (correa en alemán) que crece cada día con revelaciones y decisiones judiciales que demuestran la vinculación de algunas personas del partido, especialmente en Madrid y la Comunidad Valenciana. Lo que se está jugando en el partido, a lo que los dirigentes dedican gran parte de su tiempo, sus conversaciones, sus comidas y sus cenas, son los efectos que esta crisis tiene en cada uno de los personajes que son clave para preparar la sucesión de Mariano Rajoy, a quien cada vez más gente en el partido ve como un improbable candidato en 2012».

LAS ALTERNATIVAS SON TODAS DOLOROSAS

Con respecto a al sumario que maneja el juez Garzón, no importan tanto las responsabilidades penales que acaben resultando depuradas como el efecto demoledor de las acusaciones y la sospecha.

El plan es un goteo de imputaciones, que semana tras semana y hasta las elecciones generales próximas arrastre por el lodo a un PP. Durante meses, dirigentes y cargos públicos han sido sometidos a un escrutinio secreto y exhaustivo cuyos resultados van a ir apareciendo en los medios al margen de su relevancia penal.

El juicio técnico, procesal, es lo de menos; de lo que se trata es de conseguir un veredicto genérico de condena y escándalo que destroce en pedazos cualquier posibilidad de alternativa política.

Aunque esté exenta de culpas, la actual dirección no carece de responsabilidades. Rajoy, más inclinado por naturaleza a comprender que a juzgar, aplazó demasiado tiempo la necesaria depuración interna, y prefirió la solución de continuidad al relevo de la nomenclatura que demandaba la nueva etapa tras la derrota de 2004. Pesó la necesidad de mantener la cohesión, y ahora va a pagar esa demora. Auqnue quizá menos de lo que algunos -dentro y fuera del PP- piensan o desean.

LOS TOCADOS

La crisis ha tocado a Esperanza Aguirre, rival de Rajoy y muy querida por un sector del partido, que -sobre todo en Madrid- la admira por su firmeza y la ve como alternativa.

Un consejero, un alto cargo y un alcalde madrileño han dimitido, y todas las informaciones apuntan a connivencias entre algunos cargos del PP madrileño y la pringosa trama liderada por Francisco Correa, el engominado y voraz amigo de Alejandro Agag.

Paradójicamente, eso, aunque haya generado un tremendo deterioro de imagen del PP, favorece interna y externamente a Rajoy, cuya figura como hombre fiable, honrado y serio se refuerza.

El escándalo también ha golpeado a Francisco Camps, un influyente barón que apoyó a Rajoy pero que se está conformando como un poder autónomo dentro del PP, con capacidad para presionar y complicar las cosas al líder -por ejemplo con el Estatuto de Castilla-La Mancha-.

Camps siempre había estado en la lista de los candidatos a la sucesión, pero si emergen nuevos datos y no se puede descartar que aparezcan cintas con engorrosas conversaciones entre empresarios como José Luis Ulibarri y algunos de los que son o han sido personajes de la máxima confianza en la Generalitat Valenciana.

En la Generalitat valenciana aún no ha dimitido nadie, pero en el partido y en los medios es bien conocida la cercana relación de amistad que Camps mantenía con uno de los principales imputados, Álvaro Pérez, El Bigotes, jefe de Orange Market, filial de Special Events, que organizaba prácticamente todos los actos del PP local.

La mujer de Pérez, una ex Mamachicho (las azafatas que Berlusconi importó a España al llegar las televisiones privadas, en 1990), encontró acomodo en Canal 9, la televisión controlada férreamente por Camps -que durante días no informó del escándalo- y fue ella la encargada de dar las campanadas de 2009.

En esta crisis, además, ha quedado desprestigiado el principipal movimiento interno anti-Rajoy: el aznarismo.

El líder popular se ha encargado de destacarlo al confirmar que fue él quien rompió con Correa en 2004, cuando sucedió a Aznar al frente del partido, que el escándalo afecta sobre todo a la gestión del ex presidente como jefe del PP, porque fue con Aznar y con sus amigos, como su secretario Antonio Cámara, con quien Correa lo fue todo en el PP.

Que la propia Ana Botella exigiera a Rajoy que defendiera el legado y la imagen de su marido, pone en evidencia lo que disgusta en el entorno del ex presiden esa sucesión de fotos, en las que los implicados en la trama salen siempre camino de la boda de su hija Anita con el liante Agag.

LOS SILENTES

Tocados Aguirre -algunos consejeros admiten que la ven realmente preocupada por el deterioro de su imagen- y Camps, sólo queda uno de los candidatos a la sucesión que, hasta ahora, ha conseguido no mancharse demasiado: Ruiz-Gallardón. En contra del alcalde juegan ademas de odios enconados, que tuvo su oportunidad en tiempos de Fraga, cuando llegó a secretario general, pero la pelota sigue en el tejado.

El alcalde no habló en el Comité Ejecutivo y, aunque no ha expresado su disconformidad con la estrategia de contrataque y de campaña contra Garzón decidida por Rajoy y todo el partido, ha hecho muchos esfuerzos por no quedar demasiado vinculado a ella.

No sólo por ese significativo silencio. Cuenta Carlos E. Cué en El País que, cando llegó la hora de la gran foto de todo el partido denunciando esa gran conspiración contra el PP, Gallardón se colocó en un lado.

Fue Jorge Moragas, uno de los hombres más cercanos a Rajoy, quien tuvo que recolocarlo para que estuviera cerca del líder, aunque su cara de incomodidad era evidente.

Gallardón, para no mancharse ni el traje con en este charco que salpica Esperanza Aguirre, a quien se puede echar enc ara que hubiera laminado antes a unos cuantos caraduras, evita a los periodistas para no hablar sobre el asunto.

El alcalde se mojó mucho para criticar el espionaje de un funcionario de Aguirre a su mano derecha, Manuel Cobo, pero desde entonces se ha retirado de los focos.

LA FARFOLLA Y EL SUMARIO

Planteadas así las cosas y a la espera de resultados electorales -sobre todo los de las Elecciones Europeas en junio, que son un ensayo de las generales- la estrategía adoptada por Rajoy parece plenamente acertada.

Casi todo lo que ha aflorado en los periódicos, incluyendo las grabaciones que publica El País, son «farfolla» sin valor penal, porque corresponde a grabaciones privadas, hechas por personajillos de cuarta, por su cuenta y con intenciones chantajistas.

Una vez que se abra el sumario, donde sólo tendrán peso las investigaciones recogidas con posterioridad a agosto de 2008 -hechas por la Policía dl, con permisos del juez y apoyo legal-, el asunto perderá fuelle.

Por eso es tan importante para el PP, quitar del panorama al juez Baltasar Garzón, que juega en sintonía con el Gobierno ZP y ha espaciado las «entregas» para hacer el máximo daño político al PP.

La estrategia es eficaz y simple: Aprovechar la pifia de la cacería, donde Garzón estuvo de juerga con el ministro Bermejo, titular de Justicia, y hasta con el comisario Juan Antonio Gónzalez, el responsable de la Policía Judicial, que investiga, escucha, detiene y persigue a los implicados en la trama.

El contrataque ha dejado a Garzón hechon unos zorros, porque ha calado muy rápido en la opinión pública. La estampa de un juez, un ministro y un comisario -con coches oficiales, guardaespaldas y dietas- decicados a cazar como ricachones mientras España ahogada en la crisis, es devastadora para el Gobierno ZP.

En cualquier caso, en el PP hay que hacer limpieza a fondo y son cada día más los convencidos de que Mariano Rajoy es la persona ideal para hacerlo.

Tiene imagen de honrado, fue quien echó a Correa -aunque no impedió que contratara con el PP valenciano o con el madrileño- y ha pasado por todo tipo de puestos en el partido y de Gobierno sin que nunca haya planeado sobre él ni la más leve sospecha de estar implicado en asuntos oscuros o de haber metido la mano en bolsa alguna.

Todo depende ahora de las elecciones. Primero de las gallegas, donde al PP de Feijóo no le pintan mal las cosas y después de las europeas.

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